Fernando Paramio (Barcelona, 1977) se acercó a una cámara los 13 años y desde entonces no se ha separado de ella. El fotógrafo vive pegado a la imagen, la que él mismo diseña en su cabeza y que luego materializa a través del objetivo y la destreza de su ordenador. Capta el instante y lo moldea a su interés o al del que se lo pide. Captura el momento preciso. Su profesión es detener el tiempo. Y así lo muestra en Artsolutely, su oficina y su galería en Cáceres, «su casi» ciudad natal.

Aunque nació en Barcelona, pasó su infancia en la capital cacereña. A los 15 volvió a mudarse a Madrid. Compaginó los estudios de la universidad con su afición a la fotografía. Tras una década en la que ejerció como ingeniero en Europa, decidió regresar y dedicarse su «vocación». Abrió en 2018 su propia sala, en un principio en la plaza Mayor y desde hace unos meses en la calle Hornos.

Ahí, en sus paredes, aparte de piezas anteriores, presenta ahora las obras a las que ha dado forma en este último año de pandemia. Precisamente este miércoles, Paramio recorrió las instalaciones con el alcalde, Luis Salaya, para mostrar las novedades de su colección artística.

Curiosamente, entre todas ellas se entremezcla el concepto del tiempo. En la primera, una serie que titula ‘La ventana indiscreta’ y que realizó durante la cuarentena desde su hogar, capta detalles de la vida de sus vecinos en los meses en los que el tiempo también pareció pararse.

En la última de las salas reserva su gran obra, la que considera «más complicada» hasta la fecha. Aunque él se refiere a ella como 'El encargo suizo’, se titula 'Una vida en micrones' y combina a gran escala un trabajo a medida para un cliente de Suiza sobre los engranajes, los motores y las texturas de los relojes, los grandes dueños del tiempo junto a Paramio.