Fue el primer obispo de la diócesis de Coria-Cáceres, el prelado que auspició esta designación. Manuel Llopis Ivorra consiguió que en junio de 1957 la demarcación territorial religiosa católica, sufragánea de la archidiócesis de Mérida-Badajoz, tuviera su sede compartida entre la catedral de Coria y la concatedral de Cáceres porque hasta entonces, y desde su fundación por San Silvestre en el año 338 en tiempos del emperador Constantino fue diócesis de Coria.

Con la ejecución de una bula pontificia Cáceres compartiría desde entonces la titularidad de la diócesis con Coria y la iglesia arciprestal de Santa María elevaba su rango a concatedral. Llopis fue quien hizo la solicitud al Vaticano y el papa Pio XII quien firmó la bula.

El mitrado lo logró solo siete años después de que su nombre empezara a sonar en el imaginario cacereño un 4 de febrero de 1950 cuando se conoce la noticia de que el párroco de Santo Ángel, en Valencia, era el nuevo obispo. La Santa Sede y el gobierno español adoptan esta decisión porque querían enviar a Cáceres a un hombre «joven, virtuoso y bien curtido en las tareas sacerdotales de la cura de almas», eso dijeron.

Manuel Llopis Ivorra, nacido en Alcoy (Alicante), llegó una tarde de 18 de junio y lo hizo bajo arcos de triunfo y en medio de delirantes ovaciones a lo largo de un trayecto que inició en la Cruz y acabó en Santa María. Tenía entonces 48 años. Desde el primer día vino pisando fuerte y su presencia (eso es incontestable) se dejo notar.

Fundamentalmente porque Llopìs era un economista sensacional, tanto que promovió la Asociación Benéfica Constructora Virgen de Guadalupe y que en 1955 hizo las casas del Carneril, un barrio al que luego pondrían su nombre. El día de la inauguración fue un acontecimiento tan grande que hasta la Sociedad Mirat desplazó autobuses para que los cacereños se sumaran a la celebración. Pero, además, el prelado hizo el Seminario y la Casa de Ejercicios de la Montaña, obra del arquitecto municipal Ángel Pérez, el mismo que diseñó el Cine Norba, la Escuela de Maestría Industrial, la Casa de los Picos y la de La Chicuela. 

El prelado, un día del Corpus. EL PERIÓDICO

Llopis fue, de alguna manera, un revolucionario pese a los tiempos encorsetados. Quienes lo conocieron lo definen como moderno e inteligente, un hombre conservador por lo que respecta a la doctrina de la Iglesia pero socialmente progresista. Monseñor dio un giro a la ciudad hasta el punto de que impulsó el edificio Coliseum, un coloso con viviendas, párking y cine, en pleno Cánovas. En ese cine vendían riquísimos chupa chups de fresa, con azúcar picapica que rodeaba el caramelo y un envoltorio transparente en el que aparecía dibujada la cara de un conejo.

Junto al alcalde Alfonso Díaz de Bustamante. EL PERIÓDICO

Cuando se estrenaba una peli, Iglesia y Estado sacaban unas cartulinas con su título, sus protagonistas, la sinopsis y la clasificación. Las clasificaciones de la Iglesia se hacían por colores: por ejemplo, las películas de cartulina Blanca (B) eran aptas para todos los públicos, la Azul (A) para los jóvenes, la Roja (R) estaba prohibida, la Rosa con Reparos (RR) podía verla gente de 20 años en adelante... Las clasificaciones del Estado se hacían por números: el 1 para el público infantil, el 2 para el juvenil, el 3R para mayores con reparos y el 4R era lo peor: películas altamente peligrosas y con muchísimos reparos.

En procesión en Cáceres.

En procesión en Cáceres. EL PERIÓDICO

Las cartulinas se colocaban en el Obispado, en la taquilla del cine y en las iglesias. El Coliseum lo llevaba don Félix, al que en Cáceres todos llamaban Fray Taquilla. Después estaban los acomodadores, el más conocido era Francisco Caso, nacido en el 36 en Caleros. Caso estudió en El Madruelo, con don Florencio. Hizo el servicio militar en el Argel 27 y estuvo en Sidi Ifni. Luego entró en el Coliseum, fue acomodador, portero, abrió el cine y en él estuvo hasta que cerró en 1996. Ahora es la sede de un gimnasio.

Palacio Episcopal

El mayestático Llopis iba siempre de púrpura, con sotana, gorro con borlas, fajín, cruz, mitra, báculo y un anillo muy grande en un dedo que daba a besar. Vivía en el Palacio Episcopal y de Valencia se trajo a varios asesores y a Estellés, un constructor que creó su propia empresa y que se hizo tan famoso que comprar en Cáceres una casa de Estellés era toda una garantía. El prelado se convirtió en una persona muy influyente que supo llegar a la alta sociedad cacereña y a las clases más necesitadas, logró para Cáceres Radio Popular y todos pasaban por su despacho: el alcalde, el gobernador, los militares... De modo que Llopis supo moverse para sacar el dinero con el que financiar los proyectos que ideaba: en Madrid y a través de las campañas populares que promovía.

El busto que lo recuerda en el barrio de Llopis. EL PERIÓDICO

Cuentan que una vez un chiquillo se había tragado una moneda de diez céntimos por lo que sus padres le llevaron de prisa y corriendo a la casa del Socorro, que estaba en la calle Andrada, esquina a Ríos Verdes. Tras un exhaustivo reconocimiento y vanos intentos de solucionar el atasco de la garganta, el galeno decidió la prescripción: lo envió al obispo. Llegado a su presencia, monseñor Llopis le sacó la moneda sin ningún problema.

Cáceres le nombró hijo adoptivo en 1961 y colocó un busto en la barriada que lleva su nombre. Llopis fue el prelado que vio construir La Madrila (entonces icono de la modernidad) y la apertura de la discoteca Bol's, que bendijo el Príncipe Felipe y fue testigo del destape en la Transición. En 1977, por motivos de edad, presentó su renuncia como obispo. Tenía 75 años, cuatro después murió.