El Periódico Extremadura

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el blog del cronista

Tísicos

En el lenguaje popular el término tísico se ha empleado, durante siglos, para referirse a las personas que eran excesivamente delgadas o enclenques, de aspecto enfermizo debido a su extrema flaqueza. Se utilizaba casi como un insulto cuando en realidad el tísico era un enfermo de tuberculosis que, hasta no hace tanto tiempo, fue una de las enfermedades más crueles que ha sufrido la humanidad a lo largo de la historia. Hasta que a principios de los años 50 del pasado siglo no se empezaron a utilizar modernas terapias para su tratamiento, la tuberculosis era una dolencia mortal para quien la padecía. Destrozaba el sistema pulmonar y convertía a los enfermos en proscritos debido a su carácter infeccioso a través del aire. Durante el siglo XVIII fue calificada como “la peste blanca”, un término que la equiparaba con la temida “peste negra”, trágica epidemia que en tiempos pasados acabó con la vida de miles de seres humanos. Las terapias tradicionales contra la tuberculosis consistían en el aislamiento del enfermo en lugares donde un entorno natural, higiene y buena alimentación permitían curar a los contagiados. Terapias no siempre efectivas y de elevada cuantía para los más desfavorecidos que no podían acceder a ellas.

El 17 de noviembre de 1900, los médicos de la villa cacereña Gabino de Uribarri, Antonio García, Pedro Casati y Ambrosio Sagra, firman un informe animando a la corporación municipal a que apoye la promulgación de una ley para la creación de sanatorios antituberculosos en España, donde se pudiese atender a los tísicos menesterosos, de hecho la ley debía denominarse “Ley Protectora de los Tísicos Pobres”. Esta petición obedecía a la solicitud que el conocido médico valenciano Francisco Moliner, había hecho a todos los municipios de España para que, por ley, se creasen sanatorios populares donde se diese el debido amparo y socorro a los que por su situación económica, carecían de posibilidades para ser internados en sanatorios privados. En Cáceres no se construirá un sanatorio específico para tuberculosos hasta 1930, un edificio situado en la ladera sur de la Sierra de la Mosca que, durante poco tiempo, pudo ser dedicado a la función para la que había sido construido. El Sanatorio antituberculoso “Victoria Eugenia” fue de uso efímero para los tísicos debido a su utilización como hospital de sangre durante la Guerra Civil y su posterior abandono a partir de 1950, cuando la enfermedad ya estaba controlada, hasta su definitiva demolición en el año 2002. 

En Cáceres no se construirá un sanatorio específico para tuberculosos hasta 1930

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Fue tal la carencia hospitalaria en Cáceres para los tísicos que, en 1903, los médicos locales solicitan al Ayuntamiento se establezcan calderas, con carácter permanente, donde puedan someterse a elevadas temperaturas las ropas de los enfermos de tuberculosis, con el fin de evitar el aumento de contagios. El motivo de esta petición era el comercio existente de ropas de segunda mano usadas por infectados que se vendían en la ciudad, como había ocurrido con una partida de ropas, proveniente de Brozas, que había sido depositada en una posada de las Piñuelas Altas para su venta en Cáceres. Medidas, que de ninguna manera, impidieron el aumento de la mortalidad de los tísicos, hasta que la ciencia médica pudo atajar una enfermedad que era susceptible de afectar a personas de cualquier nivel social o económico, especialmente a los que carecían de medios para enfrentarse a sus perniciosos efectos. 

* El autor es Cronista Oficial de Cáceres

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