será enterrada en el cementerio civil de madrid junto a su marido

Adiós a la madre del Fluxus

Muere Mercedes Guardado, la viuda de Vostell, nacida en 1933

La escritora conoció al alemán, creador del movimiento de vanguardia, y juntos promovieron en Malpartida uno de los museos más importantes del mundo

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Siempre se habló de Vostell como el padre del Fluxus, pero lo cierto es que este movimiento de vanguardia tuvo una madre que, además, fue pieza fundamental para que Malpartida de Cáceres terminara albergando uno de los museos más importantes del mundo. Hablamos de Mercedes Guardado, fallecida este domingo en Cáceres a los 90 años. Escritora, viuda del artista Wolf Vostell, nació en 1933. Tenía 4 años cuando se vino a la ciudad desde Ceclavín en plena guerra. Vivían en la calle Villalobos, en una casa muy grande con un jardín inmenso. No olvidó nunca las sirenas al paso de los aviones. Después llegó Franco y no fue fácil para ella. «No teníamos libertad, todo era pecado y económicamente las cosas estaban muy mal. Los que no éramos capitalistas éramos pobres», recordaba en una entrevista con El Periódico en 2016.

Este lunes, sus retos mortales se velaban en la Sala 2 del Tanatorio Serfátima, desde donde serán trasladados al cementerio civil de Madrid, junto a su esposo. Allí, el alcalde de Malpartida, Alfredo Aguilera, destacó el legado de su figura y cómo consiguió «esa unión entre el arte y el pueblo». Acudieron igualmente la catedrática María del Mar Lozano Bartolozzi y Alejo Hernández, presidente de la Asociación Amigos del Museo Vostell.

También estuvo presente José Antonio Agúndez, director del museo, que gestiona un consorcio participado por la Junta, el ayuntamiento y las diputaciones. Con sus órganos rectores, hasta el momento de su fallecimiento Mercedes era la directora artística, un cargo que previsiblemente pasará a manos de su nieto Levin Vostell.

Agúndez recordó que desde hace algunos años Mercedes estaba en la Residencia La Hacienda y que nunca perdió la pasión por la obra artística que levantó junto a su esposo.

El padre de Mercedes tenía una fábrica de caramelos, la llevaron a un colegio de monjas y tuvo suerte porque pudo estudiar. Hizo Magisterio, la destinaron a Guadalupe y para ella fue un milagro que le dieran un puesto de trabajo porque era muy difícil.

A Vostell lo conoció en el monasterio de Guadalupe, debajo de los Zurbaranes. Vostell llegó en abril, pero los meses anteriores una de las compañeras de Mercedes en el instituto, que era de Guadalupe, Toñi, le buscó un sitio fantástico, una casa maravillosa de una señora que era empleada social. Era una casa nueva, con toilette, que en aquel tiempo no era muy normal. Solían acudir al monasterio, y uno de esos días un fraile joven les quiso enseñar el claustro, explicarles las obras de arte. Entonces vieron unos sarcófagos con imágenes talladas en piedra con las caras de frailes que estaban enterrados allí. Había uno que no tenía nariz, y preguntaron al fraile que les acompañaba el motivo, porque la nariz no estaba rota, estaba gastada más bien. Y él les dijo: «Está así porque las niñas que andan buscando novio le besan la nariz y enseguida lo encuentran». Besó aquella nariz y conoció a Vostell.

¿Pero qué trajo exactamente a Wolf Vostell a Extremadura? «Había venido por dos cosas, por los Zurbaranes y por Las Hurdes, coincidiendo con el documental de Buñuel que tuvo la suerte de ver en la Filmoteca de París. Le llamó tanto la atención que desde entonces para él Buñuel fue el mejor cineasta de todos los tiempos. Fue mi amiga Toñi la que me dijo: «Ay, han venido dos pintores de Alemania, y a esos los tenemos que conocer». Hasta que un día, sentadas en una cafetería de la plaza, aparecieron. Era el año 58».

Y se casaron. Acabó el colegio y Mercedes tuvo que venir a Cáceres. Él se vino con ella y había que decirle a sus padres que se querían casar. Lo mandó al Hotel Toledo, y luego a los pocos días se fue a una pensión a la avenida de la Montaña. Aprendió enseguida español.

Rápidamente se marcharon a Colonia. Él era muy afrancesado. Le gustaba mucho París, pero ella prefería Alemania. Y fue maravilloso. Cuando se fue a Alemania con Vostell llegó la libertad, «puedo decir que empecé a vivir. Vostell tenía un imán, te daba tranquilidad, su manera de hablar, de andar, la paciencia que tenía, hablaba bajo y despacio. Llegué precisamente en la época de carnaval: te besaban, te abrazaban, estaba todo permitido, criticaban a la política, tranquilamente, sin que hubiera censura ninguna. Yo llamaba muchísimo la atención porque entonces no había tantos extranjeros como ahora, y les resultaba exótico mi pelo negro... Vostell decía que era una chica muy elegante, es que las cacereñas somos muy elegantes. ¿Sabes quien me echaba piropos? las mujeres, me decían: «sü, sü», que significa dulce», contaba Mercedes

¿Qué aportó Vostell al mundo del arte? En palabras de Mercedes: «Empezó muy pronto con la vanguardia, en el 58. El videoarte comenzó en Cáceres y fue gracias a mi marido. Estábamos paseando por la plaza y vimos que en un escaparate de una tienda de electrodomésticos al lado del Pato, en la otra esquina, había mucha gente. Estaban viendo aquel escaparate grande porque dentro tenían un televisor, de los primeros que llegaron a la ciudad. Vostell vio que la gente se reflejaba en el cristal y le vino la idea de meter un televisor en un cuadro. Rápidamente se puso a trabajar en la terraza de la casa de mis padres. Hizo tres cuadros y uno de ellos lo rajó y le metió el televisor. A la serie la tituló ‘Trasmigración’».

Hay otras instalaciones interesantes de Vostell, ‘La Habitación Negra’ es una de ellas, inspirada en la historia alemana. ¿Qué concepto tenía Vostell del nazismo? «La Habitación Negra está en un museo de Berlín. Tenía unos recuerdos horribles. Tenía 12 años cuando terminó la guerra y toda su obra está muy influenciada por el conflicto bélico, de lo que vio siendo un niño. Muchos niños de entonces estuvieron luego muy preocupados por saber el papel que sus familias jugaron. Vostell sabía que sus padres no habían sido nazis, no se metieron nunca en política».

¿Qué contó él de la guerra?

Así lo describía su viuda: «Estuvieron fuera de Alemania, en Checoslovaquia, huyendo de la guerra. Tiene una obra muy influenciada de aquella época. Un día escuchó un estruendo y como niño que era, curioso, se fue con otros amigos a ver qué había pasado en el campo. Cuando llegó el panorama que vio era espeluznante: un avión de combate hecho trozos por todos sitios, desparramado, los cuerpos de los pilotos esparcidos en trozos, y en un árbol había colgados cabellos y los sesos de uno de los pilotos. Eso es una impresión de grandes dimensiones para un niño de 10 u 11 años y que quedó reflejada en una obra titulada ‘Manía’, donde aparece pelo saliendo de la copa de un árbol y el trozo de un cerebro. En otra ocasión, durante la guerra descarriló un tren cargado de alimentos. Junto a otros niños Vostell se acercó y vio a un grupo que salía de uno de los campos de concentración, apenas podían andar, de camino a ese tren descarrilado en busca de comida. Eso un niño no puede olvidarlo nunca».

¿Qué opinaría Vostell de la política española?

Impresionante lo que decía Mercedes: «Gracias a Dios que no está aquí. Muchas veces pienso, Dios mío, las cosas que han pasado desde que él ha muerto, si hubiera estado aquí habría sufrido mucho porque él con estas cosas sufría mucho. De todos modos él sabía muy bien, porque estaba muy desilusionado con el final del siglo XX de cómo había ido la política, cómo se había desarrollado. Cuando cayó el muro, Europa estaba cada vez mejor, nos estaban poniendo a todos de acuerdo, ya parecíamos todos de la familia, no había problemas entre unos países y otros. Éramos más internacionales y cómo está ahora, esto es el colmo. Cada uno por su lado. Los alemanes quieren ser alemanes, los españoles españoles, los extremeños solo extremeños, el italiano italiano... En el tiempo de Vostell el arte ha sido muy internacional, daba lo mismo que se hiciera una exposición en París o en Alemania. Los artistas eran siempre internacionales, era un artista y ya está. Los alemanes, debido a su propia historia, no querían ser más nacionalistas y quizá por eso han sido los más internacionales en el arte. Nunca ha habido una exposición en Alemania titulada ‘Arte alemán’ sino ‘Arte en Alemania’. Y eso es lo que me duele ahora, que no existe el internacionalismo. Ahora cada uno quiere lo suyo. Hemos cambiado mucho y de eso se iba dando cuenta Vostell. Estaba muy desilusionado con la segunda mitad del siglo XX».

El legado de Vostell, en Malpartida

En los 60 la pareja viajó muchísimo. Cuando nacieron sus hijos los llevaban con ellos porque la premisa de Vostell era arte igual a vida, vida igual a arte. Viajaron con él para ayudarle a las exposiciones que hacía o a ver las exposiciones de otros artistas. En los 60 empezó la vanguardia y eran unos tiempos muy importantes para el arte contemporáneo porque la guerra había pasado hacía ya mucho tiempo. Alemania empezaba a levantarse, Europa empezaba a levantarse y fueron años muy importantes para los artistas, que supieron aprovechar la ocasión.

El arte empezaba a vivir. En Alemania había exposiciones en todas las ciudades. Como estaba el muro no había un centro y entonces lo mismo era importante Colonia que Düsseldorf, que Frankfurt, que Aachen... Vivían en Colonia y desde allí íban a las exposiciones de otras ciudades porque en todas ellas organizaban exposiciones de arte contemporáneo.

Como ya estaban las autopistas, no era trabajo ninguno desplazarse. Además de esos viajes hicieron también viajes de entretenimiento y cultura con sus dos hijos para que conocieran los lugares más destacados de Alemania. Y en España lo mismo. En los 60 recorrieron España de norte a sur. Donde más les gustaba venir era a Extremadura, lo primero porque estaban sus padres, lo segundo porque a Vostell le encantaba el paisaje. En esa época no existían museos importantes, no estaba el Reina Sofía, la Fundación Miró empezaba en Barcelona, había un museo de arte contemporáneo en Madrid pero con muy pocos artistas internacionales, y el grupo Zaj. De repente, en los 70 España empezó a preocuparse por la vanguardia. Es cuando quisieron omprar una casa aquí.

Estando en Trujillo fueron Narbón y su mujer a visitarles y a pasar con ellos un día. Vostell le dijo que quería comprar una casa. Le dijo Narbón que Malpartida era un sitio estupendo, muy cerca de Cáceres, con unas calles anchas y casas grandes, y que la gente era muy amable y además tenía un paisaje maravilloso. Vostell era tan curioso que al día siguiente ya estábamos aquí. Narbón le dijo al alcalde, que entonces era Juan José Lancho Moreno, una persona encantadora, que venía un artista famoso alemán, internacional, que quería comprar una casa. Vostell se acordó del campo maravilloso del que le había hablado Narbón y Lancho llamó entonces a algunos concejales de su corporación y al director de las escuelas, Vicente Muriel, y todos se fueron a Los Barruecos. Cuando llegaron, Vostell exclamó: «¡Qué maravilla, esto es arte de la naturaleza!». Enseguida le entraron ganas de hacer un museo. Lo veía todo claro. «Yo le pregunté: «¿Wolf, tú sabes dónde estamos?». Era 1974, Franco aún vivía, murió al año siguiente. Y añadí: «Si aquí no hay siquiera una universidad». Y me salta Lancho: «Mercedes, sí, desde el año pasado ya tenemos una universidad y además tenemos una profesora de Historia, María del Mar Lozano Bartolozzi, que es hija de pintores, hermana de pintores y una profesora estupenda». Es verdad que había otros obstáculos, venir aquí, a hacer una cosa así, donde Vostell ya era famoso en Centroeuropa, era como empezar de nuevo, como retroceder en el tiempo. Pero nunca me opuse a lo que Vostell quería, porque sabía que él siempre tenía razón».

En aquella entrevista con Mercedes Guardado, realizada en 2016, a la pregunta ¿Qué espera de la vida?, Mercedes contestó: «Espero que la gente sepa lo que es el arte, ni siquiera lo que no entiende. Eso fue lo que le gustó a Vostell de este pueblo: su cultura. Mujeres de negro, tan maravillosas, que veían los cuadros de Vostell y cuando alguien les preguntaba si eso era arte ellas respondían: «Mire usted, yo no entiendo, pero si el artista dice que eso es arte, será arte porque estos cuadros tienen un misterio». Solo puede pronunciar esa frase una persona culta. Vostell siempre pensó que los fluxistas tenían que preocuparse de hacer un museo. Para el Movimiento Fluxus todo puede ser arte, todo puede ser música. Por eso el museo referente del Movimiento Fluxus está aquí, porque en Los Barruecos está todo el arte y toda la música».

Atraídos por la belleza cacereña levantaron su obra y adquirieron el Palacio Topete, hoy residencia de la familia. Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, el museo atesora decenas de menciones gracias a la labor de un padre: Vostell, amigo de Picasso, y una madre, Mercedes, alma máter del paraíso del arte en Los Barruecos.

Suscríbete para seguir leyendo