El Periódico Extremadura

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La cultura que nos viene

Nos sobran los motivos

Un grupo pasa frente a la fachada del famoso bar Stonewall Inn, en Christopher Street, en Nueva York. KENA BETANCUR

El Greenwich de Nueva York era, hace unos diez años, cuando lo visité por primera vez, ese barrio en el que veías a las vecinas charlando en bata con las bolsas de la compra en las escaleras. En Christopher Street hay un bar al que la gente peregrina que se llama Stonewall Inn. Años más tarde, en 2016, el presidente Barack Obama lo declaró Monumento Nacional. Tan solo doce días antes, Omar Mateen había matado a 49 personas (y herido a otras 53) en el club Pulse de Orlando. Obama dijo: «Si alguna vez hubo un momento para que todos reflexionemos y reafirmemos nuestras creencias más básicas de que todos cuentan y todos tienen dignidad, ese momento es ahora».

El 28 de junio de 1969 hubo una redada en el Stonewall y comenzaron los disturbios. Las mujeres organizaron también protestas violentas cuando quisieron conseguir el derecho al voto (no lo conseguimos sentadas en casa). Y los obreros. Y las obreras. Lo recordamos porque siempre dicen: «La violencia no consigue nada» y yo respondo: «Sí, la jornada de ocho horas». Porque, ya lo sabemos, en el sistema capitalista quemar un contenedor es condenable, pero que te den de alta media jornada cuando la trabajas entera es que así son las cosas y si no te gusta hay mil más esperando, que es que el problema de este país es que la gente joven no quiere trabajar. 

Ese 28J andaba por allí Marsha P. Johnson. 

Marsha era travesti, gay o drag queen y también era hombre y mujer y se llamaba Marsha, pero también Malcolm y Marshall y Mikey. «Marsha se elevó por encima de ser un hombre o una mujer, se elevó por encima de ser negro o blanco, se elevó por encima de ser hetero u homosexual», decía el periodista (y compañero de piso y amigo y activista) Randy Wicker. Marsha estuvo en ACT UP (el famosísimo grupo que surgió para llamar la atención de la sociedad sobre el sida) y fundó (junto a Sylvia Rivera) la Casa STAR (Street Transvestite Action Revolutionaries o Revolucionarias activistas travestidas callejeras en español) y repartía ropa y comida para ayudar a drags queens, jóvenes y mujeres trans que vivían en los muelles de Christopher Street o con ella. Quizá ahora usaría el elle. 

La mataron en 1992. Encontraron su cuerpo flotando en el Río Hudson, poco después de la marcha del Orgullo. La policía lo consideró un suicidio. 

Aquel 28 de junio, la tensión entre la policía y la gente del barrio creció. Porque quienes vivían allí se organizaron para que sus vecinos pudieran expresarse en ciertos lugares sin miedo a que les arrestaran. 

Más de medio siglo después, se estrena una película para niños y se prohíbe en muchos países porque sale un beso lésbico. 

Hemos visto besos entre zorros, entre leones, entre coches, entre burros y ogros, entre señores que ven a una mujer tumbada y la morrean sin pedir permiso (estoy dormida bajo una maldición y no me conoces de nada, tío, dónde vas: en el cuento de Blancanieves, el trozo de manzana se le cae de los dientes gracias al príncipe: imagínense la castidad del beso) y un beso entre dos mujeres va a transformar en gais instantáneos a nuestros hijos, cuando la inmensa mayoría de las personas no normativas han crecido pensando que eran los únicos que se sentían así en todo el universo hasta el infinito y más allá. 

Pero hay gente que dice que los gais no tienen problemas y que nadie va a rechazar a su hijo porque sea gay o lesbiana o trans, que es una cosa que solo demuestra que mucha gente LGBTIQ+ no tienen en sus vidas. 

La perla

 El Festival de Teatro Clásico de Cáceres afronta su recta final: acaba el domingo, 26 de junio y durante estos días podremos ver, hoy, ‘La fábrica de los sueños de oro’, «un viaje interesante cargado de magia, drama y sueños, un viaje que gira en todas direcciones». Luego llega ‘Yo, la peor del mundo’, de Olga Margallo, con sor Juana Inés de la Cruz (qué mujer, qué poeta, qué escritora más enorme: hay que leerla mucho más) y un espectáculo musical, a las diez y media en las Veletas. Mañana sábado, ‘Numancia’, que estará en el Festival de Mérida, dirigida por la simpar Ana Zamora (qué gusto hablar de teatro con ella siempre) y después, Eduardo Vasco y Yolanda Pallín se ponen al frente de ‘Amo y criado’ para despedir un festival que ha tenido una edición excelsa.

En las principales ciudades de la región se celebra la Semana del Orgullo estos días, con muchas actividades. La manifestación partirá este martes 28 de junio del Parque de los Enamorados de Mérida (el parque López de Ayala), donde nos reuniremos a las 19.30 horas. Yo voy todos los años.

Esta noche, en Mérida, además, en el Centro Cultural Nueva Ciudad, a las nueve, estará la cómica Elsa Ruiz. Es una de sus primeras actuaciones desde que salió del centro psiquiátrico en el que se internó a causa del acoso brutal y asesino que ha sufrido en redes: se mata también llevando a alguien al suicidio, chicas mucho feministas que queréis que os den cursitos y dinero en el departamento del instituto y que el ayuntamiento de la ciudad os premie por escribir cositas en el Facebook desde el privilegio o con un puesto de libre designación.

No formo parte del colectivo. 

Pero formo parte de la sociedad y sé bien qué sociedad quiero dejarles a los que estamos y a los que vengan. Una en la que nadie cuestione la identidad de otra persona, ni si es mujer, hombre o lo que le dé la gana (como dice Leo Arán, como vivía Marsha Johnson), en el que la gente se pueda acostar con quien quiera (se habla siempre del amor, pero es que a veces no hay amor, qué quieren -debería haber cuidados, aunque fueran de una noche-), en el que nadie tuviera ideas preconcebidas del otro según su lugar de procedencia, el color de la piel, sus discapacidades, su orientación o su expresión de género. 

Y sobre todo, querría un mundo en el que los que no forman parte de ciertos colectivos salieran a la calle con nosotres. 

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