La cultura que nos viene

Medios y pequeñas editoriales

Libros expuestos para su venta en una librería.

Libros expuestos para su venta en una librería. / EFE / Javier Lizón

«¿Sale nuevo libro de Klosterman? Sí. ¿Lo publica Es Pop? No. ¿Lo teníamos en estudio? Sí. ¿Nos avisó la agencia de que había otra oferta? No. ¿Ha publicado ipso facto reseña a doble página un diario nacional? Sí. ¿Alguna vez hicieron caso a sus anteriores libros? ¡Dígamelo usted!».

Chuck Klosterman es periodista y, en España, Es Pop ha publicado tres de sus libros, ‘Matarse para vivir’, una especie de ‘road movie’ sobre los lugares en los que murieron músicos famosos; ‘Fargo Rock City’, del que Stephen King dijo: «No se puede escribir mejor ni con más gracia sobre cultura popular norteamericana» y el que me he comprado esta semana: ‘El sombrero del malo’, que lleva como subtítulo ‘En pugna con los villanos (reales e imaginarios)’. Por qué nos atraen tanto los malos, por qué nos identificamos con ellos muchas veces, qué es lo que los hace tan redondos, cuando a menudo los héroes son tan planos. 

Traduce Óscar Palmer, que es quien escribió las primeras líneas de este artículo. Yo podría dedicarme a hablar de las actividades culturales, al fin y al cabo esta sección se titula ‘La cultura que nos viene’, pero, cuando una es periodista cultural desde hace unos tres lustros, comienza a entender cómo funcionan las cosas y se cansa. Uno: gustan los macroproyectos con grandes nombres organizados por empresas de fuera de la región. No tengo nada en contra de lo foráneo, pero sí de que siempre sea foráneo. Los porqués los desconozco: a menudo pudieran ser tan curiosos como «nos llegó este proyecto y nos pareció interesante», pero puede ser que un amigo de un amigo, que es que aquí no hay gente (sí, la hay), el desconocimiento del tejido de la gestión cultural o cualquier otro que se les ocurra. Dos: los escalafones en los que se nos ubica a los periodistas, dependiendo de si trabajamos en medios nacionales o autonómicos. Los autonómicos somos de segunda, los locales de tercera y los nacionales son verdaderos periodistas. En cultura, conforman el canon: esto sale en este medio o en este otro, ergo es bueno, ergo lo compro, ergo el grupo editorial de turno engorda las arcas.

Klosterman sigue siendo el mismo tío brillante, le publique Es Pop o lo haga Península, que pertenece al grupo Planeta. Porque al grupo Planeta pertenecen muchas editoriales que parecen pequeñas pero no lo son: están Austral, Booket, Destino, Deusto,Martínez Roca, Paidós, Temas de Hoy, Ariel, Crítica, Espasa, Geoplaneta, Cúpula,Lunwerg, Minotauro, Seix Barral, Timun Mas y Tusquets, entre otras, porque solo he puesto las más conocidas. En Penguin Random House están (y vuelvo a nombrar a las más punteras) Aguilar, Alfaguara, Bruguera, Ediciones B, Distrito Manga, Debolsillo, Grijalbo, Lumen, Molino, Montena, Reservoir Books, Salamandra, Selecta, Suma de letras, Taurus…

Tienen gabinete de prensa. Potente, se lo puedo asegurar. Saben vender los libros. Tienen más presupuesto y más capacidad de negocio y más personal. Y al frente de muchas de ellas hay responsables que se preocupan de los libros también. Pero, a golpe de talonario, los dos grandes grupos editoriales, adquieren fondos, contratan a grandes autores para las firmas de sus libros y de las ferias, compran derechos y cambian la manera de funcionar de las librerías y de los sellos que quedan (Jorge Herralde vendió Anagrama a Feltrinelli porque consideró que seguían teniendo espíritu de editor independiente) y, sobre todo, de los consumidores. 

La perla

Hay varias propuestas que merecen atención: ‘Jerusalem’, de Teatro del Noctámbulo (esa obra monumental de Jez Butterworth que habla de la pérdida de los mitos y de desarrapados, entre otras cosas) estará en el Gran Teatro, en Cáceres, mañana. En Mérida, en el palacio de congresos, pueden ver ‘Circlassica, El sueño de Miliki’, un espectáculo que ha dirigido Emilio Aragón como homenaje a su padre y al circo con el que crecimos. En La Nave del Duende (Casar de Cáceres) hay danza, con ‘Tierra de nadie’. Eva Guerrero ha hecho un espectáculo que habla de espacios al margen, cuerpos infinitos, finales, principios y contradicciones. El Helga de Alvear ha ampliado la exposición sobre Ángel Duarte. Y los carnavales, que llevamos días escuchando a comparsas y murgas por doquier. 

Y luego están las demás. Las que no tienen gabinete de prensa (las hay que no escriben por no molestar), las que se publicitan como pueden en Facebook, Twitter o mediante newsletters (eso que antes se llamaba lista de correo, pero que leen manuscritos, contratan a buenos traductores, cuidan las portadas (las portadas de Es Pop, por ejemplo, son una absoluta maravilla). Podríamos nombrar: La Navaja Suiza, De la luna, Ediciones Liliputienses, El Desvelo, Aristas Martínez, Trifaldi, La Moderna, Pepitas, Aventuras Literarias, Candaya, Baile del Sol, Lastura, La uÑa RoTa, Kaótica, Luces de Gálibo, Automática, Letras cascabeleras, Rayo Verde, etc. 

El problema fundamental es que no las conozco todas: no llegan todas, no nos llegan todas. Imaginen el panorama. Las multinacionales son cada vez más grandes. Random y Planeta acaparan, según el Gremio de Editores, el 70% de la facturación, las condiciones de financiación son más ventajosas porque tienen dinero. Inundan las librerías con novedades constantemente y estas novedades no duran ni quince días en las mesas. Si la librería no pertenece a una cadena, va a lo seguro: a lo que va a vender. Hay autores que despuntan en editoriales pequeñas que llaman la atención de los grandes grupos. Y en medio estamos los lectores, intentando averiguar qué leer, cómo llegar a la joya rara que nos va a cambiar la vida sin saber siquiera dónde está. Las únicas respuestas que tengo son dos: pequeñas editoriales y librerías con libreros lectores. Y, de vez en cuando, una recomendación literaria de alguna periodista cultural en la que confíen. 

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