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Inma Chacón: "En cualquier familia hay historias para escribir cien novelas"

La autora extremeña relata en su última obra 'El cuarto de la plancha' algunas vivencias de su familia ocurridas tanto en Zafra como en Madrid

Inma Chacón relata cómo surgió su nueva novela.

Inma Chacón relata cómo surgió su nueva novela. / EFE

Fermín Cabanillas

La memoria prodigiosa de una madre, las confidencias a una niña que, posiblemente, ya soñaba con ser escritora, y las historias de una familia en la que varias clases sociales se entrelazan, forman el dibujo perfecto de El cuadro de la plancha, el último libro de la extremeña Inma Chacón, que asegura que "en todas las familias hay historias para escribir cien novelas".

Editada por Contraluz, en sus páginas narra la historia de su propia familia, que tiene que abandonar su pueblo tras la muerte de su padre y ha de instalarse en Madrid, trasladando al lector, sin querer, a obras como Surcos, que rodó en 1951 José Antonio Nieves Conde, aunque no ha sido un libro fácil, pero lo ha podido sacar adelante "con un homenaje a mi madre en particular y a todas las madres en general", sin dejar de lado a las familias y a su hermana gemela, Dulce.

El proceso de escritura lo comenzó en 2019, cuando su madre, la verdadera protagonista, aún vivía, "y había acabado el confinamiento cuando ella murió", pero quiso terminarla "para intentar retener todo lo que aprendí de ella y transmitirlo".

Al ojear sus páginas comienza el viaje a través de los recuerdos de la madre, transmitidos a la niña, y a la mujer posteriormente, "en ese ambiente que todos recordamos de una zona de la casa con nuestra madre planchando la ropa, sintiendo y recordando el olor de las camisas o sábanas recién planchadas", un ambiente que, como a cualquier niño de la época, se le quedó grabado en la mente.

Historias de antepasados

De la misma forma, a su madre se le fueron grabando las historias de sus antepasados de tres o cuatro generaciones anteriores, que marcharon a Filipinas a mediados del siglo XIX "para regresar poco antes de la independencia de la colonia, como otros muchos españoles".

La historia va dando saltos. El padre de Inma y Dulce muere en 1965, cuando ellas tienen 11 años, y su madre se las lleva al año siguiente a Madrid. "Allí dicen que Extremadura tiene cuatro provincias: Cáceres, Badajoz, Móstoles, y Alcorcón, y no es raro, porque hay 1,2 millones de personas en la región, pero se calcula que son 800.000 las que viven fuera de ella", y en buena parte fue por la valentía de madres como la suya, que decidieron ir donde fuese necesario para que sus hijos saliesen adelante.

"Es verdad que solo cito Madrid, y alguna ciudad más, sin lugares ni nombres, pero no nos podemos olvidar de los andaluces, gallegos, asturianos, los murcianos…, la cantidad de españoles que se tuvieron que ir a Alemania o Suiza en los años 60, en una emigración que no fue solo de Extremadura".

La escritora extremeña Inma Chacón.

La escritora extremeña Inma Chacón. / Efe

Con esa premisa, las notas, tanto mentales como físicas, que ha ido tomando a lo largo de los años se han convertido en un tesoro, para contar no solo los años más cercanos en el tiempo, como “cuando mi abuela emigró a Filipinas, y sus hijos y nietos conservaron de generación en generación de una manera oral las historias de ese país”, para recalar luego en el pueblo pacense de Almendralejo, de modo que la escritora se pregunta “qué habría pasado si nuestra familia siempre hubiese estado allí”.

Aparte de eso, ha habido gente de su apellido emparentada con familias de la nobleza, "y las familias con título nobiliario tienen mucha historia", lo cuál ayuda a recordar sus vivencias, "ya que incluso se conservan documentos", pero, por encima de todo, ya hable de una calle de Madrid, de Manila o de Zafra, "lo que importa de una novela no es lo que cuentas, sino cómo lo cuentas".

El examen de su familia

Inma Chacón dice que el primer examen por el que pasó la novela fue el de su propia familia, que "lloró un montón leyéndola", aunque rápidamente matiza que "no fue porque sea una novela triste, sino porque se tiene mucha añoranza de lo que perdimos cuando nos fuimos de nuestra tierra", y la gente en general de cierta edad "se identifica con la época, y en ocasiones tienen recuerdos que creían que habían olvidado, y sienten cosas que cualquiera puede sentir al pensar en esos días".

Su madre, por cierto, se llamaba María Gutiérrez de la Barreda Luengo, y escribir su nombre completo en esta entrevista es algo premeditado, aunque sea al final, con la idea de que su nombre quede grabado para la posterioridad, igual que sus recuerdos permanecen indelebles en la mente de la niña escritora.