La cultura que nos viene

Bunga, Helga, Bunga

CACERES. EXPOSICION CARLOS BUNGA. HELGA DE ALVEAR

CACERES. EXPOSICION CARLOS BUNGA. HELGA DE ALVEAR / Carlos Gil

Un cuadro sobre cartón pintado de color terroso (y, lo aseguro, no es el color terroso que ustedes imaginan). Un cuadro en cartón pintado de un azul muy bello, pero del mismo estilo que el otro. Otro cuadro verde en el que hay hojas detectables en el lienzo (que no es lienzo, son cartones, pero, ah, las luchas por evitar la cacofonía en cualquier texto pueden ser ímprobas). Con el arte contemporáneo yo puedo ser abierta, pero me hizo gracia comprobar cómo le iba mandando vídeos cortos (nos lo permitieron en el Museo: siempre pregunto antes de hacer fotos o grabar y nunca, nunca, uso el flash) a mi sobrina, que estudia Historia del Arte, y ella, con 20 años, estaba todo el rato: "Oh, qué museografía, me encanta", "Oh, qué exposición más buena. Adoro", mientras yo andaba todavía intentando averiguar cómo encajar eso en mis conocimientos... teniendo en cuenta que tengo la inmensa suerte de poder charlar con sus autores, como lo hice con Carlos Bunga durante casi 20 minutos.

"Quiero ir a ver la exposición de Carlos Bunga", le había dicho yo a varios de mis amigos hace un mes y pico. Nos organizamos -hay una amiga inmersa en cuidados paternos y tiene un fin de semana al mes libre- y pasamos la mañana del domingo en el Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear, en Cáceres, al que podríamos haber ido mañana, que va a haber una celebración de más de trece horas sin cierre a mediodía: "No sé cómo lo vamos a hacer, pero habrá horario ininterrumpido", nos dijo una de las trabajadoras del Museo. "Sin comer", bromeé yo.

En la segunda sala, Bunga ya nos tenía dentro. Había capullos de los que nacerían mariposas o personas; animales salvajes a los que aprisionaban las construcciones que los humanos hemos creado para vivir y ocupar la tierra y poseerla (podríamos violarla un poco menos, digo, que hasta que no tengamos el cambio climático con temperaturas de 50 grados no vamos a hacer nada), desiertos enormes, alfombras intervenidas. "Performar la naturaleza", nos cuenta la directora del museo, Sandra Guimarães, es la primera gran antológica de Bunga en España: "Partiendo de la investigación pictórica, Bunga ha desarrollado un lenguaje personal que deconstruye la disciplina de la pintura, hibridándola con elementos propios de la escultura, la arquitectura, la instalación, el video y la performance. Sus pinturas expandidas se deslizan por suelos y paredes, tensando los límites de la obra, repensando sus soportes y superficies, propagando los trabajos hacia otros lugares físicos y conceptuales y materializándose en construcciones instalativas que devienen espacios performativos".

"En toda introducción de una exposición que se precie, el artista tensa los límites de algo y performa lo que sea", les dije yo a mis amigos. Hagan la prueba. En los libros, en este primer trimestre de 2024, hay también dos condiciones: ha de hablar de judíos, Holocausto o tener en la portada el nombre de una profesión y, después las palabras "de Auschwitz" y son novelas "que no te dejarán indiferente". O que han sido un gran éxito porque se han vendido a 36 países aunque no hayas oído hablar de ellas en la vida.

Disfrutamos mucho de performar la naturaleza y yo -la única- no me descalcé para entrar en la obra "Habitar el color", porque, ay Dios mío, acabo de estrenar zapatillas y no vean ustedes lo que puedo tardar en ponérmelas, que llevo días dudando de si me habrá crecido el pie a la vejez.

Admiramos el edificio de Tuñón, lo comparamos con otros edificios de Tuñón (sí, todos hemos ido al Helga más de una vez, pero existen bellezas perennes: llevo 20 años viendo el teatro romano de Mérida una y otra vez y siempre me asombra).

En mayo, "Habitar el color" se destruirá. Podemos lanzar la reflexión sobre el valor de las obras, el mercado del arte, su precio, cuál es la consideración que el propio artista tiene por su tiempo (se crea, se piensa y se escribe con tiempo y se compra con tiempo) o hasta por los euros por los que vendería, si alguien tuviera mucho espacio, esta pieza que se puede pisar.

Si van a la fiesta, la podrán ver. Y también una muestra que se estaba montando cuando nosotros fuimos: ¿Puede el Archipiélago entrar en el Museo? #1 "en la que varias piezas de la colección se exhiben por primera vez", nos dicen desde la propia institución en una nota.

Mañana sábado, prometen, "el arte y la música dialogarán al unísono y con un objetivo: celebrar, abrir puertas, compartir y reinventar las formas de visitar un museo. Conciertos, talleres, pasacalles, performance, nuevas obras en exposición, sesión DJ y otras propuestas harán del Helga de Alvear un lugar de encuentros, un museo más vivo que nunca": qué tres años más buenos nos ha dado, qué de vida alberga y cómo construye ciudad.

La fiesta tiene nombre: "Percutir el museo". Viene Carlos Bunga y habrá talleres para niños ideados por él mismo y jazz y una sesión de DJ en los jardines del Helga, que ojalá tuvieran mesas para café. Porque yo, muchas de las piezas del Helga las llevaba a casa, pero en su jardín me tomaba un café.

La perla

La Orquesta de Extremadura estrena, por fin, Cantos sobre la Tierra, de Daahoud Salim, con él mismo y Lucjan Luc al piano (a los dos pianos) y que, según Álvaro Albiach, que dirige el concierto, es una pieza dificilísima. A las ocho están en el Palacio de Congresos de Cáceres. Otra perla: la obra de danzas urbanas y danza contemporánea, entre otros lenguajes, que presenta la compañía Iron Skulls Co (con algún extremeño que otro en sus filas) esta tarde en el Teatro Alkázar de Plasencia. Se preguntan a cuánta individualidad estamos dispuestos a renunciar por formar parte de un grupo. Piensen en los grupos a los que pertenecen. Los de WhatsApp también, que los carga el diablo. Son solo dos de las muchas propuestas que hay hoy… si no están dándolo todo en el Guoman.

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