El debut de Yao Ming, héroe nacional de China, y de las estrellas de la NBA, encabezadas por Kobe Bryant, desató ayer olas de pasión en Pekín y en todo el país. Banderas rojas y banderas con las barras y estrellas compartieron espacio en las gradas del Gimnasio Olímpico donde se batieron récords de decibelios, con más de 18.000 personas enloquecidas con las acrobacias de un encuentro que, según la organización, será el más visto por televisión de la historia por la audiencia potencial de los dos países.

El público se lo pasó a lo grande con cada jugada de Yao Ming, aplaudió a rabiar las acciones de Yi Jianlian, el segundo jugador chino que recaló en la NBA, y que esta temporada jugará en los New Jersey Nets, traspasado por los Bucks, y se dejó ilusionar con las canastas del base Sun Yue, que está a punto de convertirse en compañero de Pau Gasol en los Lakers. Pero aunque China vibró con el partido, el equipo estadounidense no dejó margen para la sorpresa y logró una victoria (101-70) que dejó tan satisfechos a los estadounidenses, por iniciar su andadura en los Juegos con contundencia, como a los aficionados chinos, que despidieron con una ovación a sus estrellas.

Hacía más de 30 años que un deporte no conseguía provocar tanta expectación en el país. La última vez fue a principios de los 70, en lo que se bautizó como la diplomacia del pimpón, un viaje de un equipo de tenis de mesa de Estados Unidos a China, auspiciado por el gobierno de Richard Nixon y su entonces secretario de Estado Henry Kissinger, y que sirvió para acercar a las dos grandes potencias tras años de distanciamiento.

Salvando las distancias, ahora podría hablarse de la diplomacia del baloncesto --Kissinger, camino de los 85 años, acompañaba ayer en el palco al presidente estadounidense George Bush-- y, sobre todo, de la globalización de la NBA. Kobe Bryant o Lebron James, que confesaba al llegar a los Juegos que esta es la cuarta vez que viaja a China, despiertan tantas pasiones en las calles de Chicago o Nueva York como en las de Shanghái o el propio Pekín.

El partido en sí no tuvo mucha historia. El equipo de estrellas que dirige Mike Krzyzewski aún está muy por encima del nivel que puede ofrecer China, más si Yao Ming se encuentra muy lejos de su mejor forma. El pulso se mantuvo equilibrado hasta el minuto 14, cuando se produjo el último empate a 29. Muchos en la grada se frotaban los ojos y fantaseaban que lo que hubiese sido una gigantesca sorpresa.

Después, los estadounidenses lo reventaron con un parcial de 20-8, aprovechándose de su solvencia defensiva y de un veloz contrataque que culminaron una y otra vez tanto Dwight Howard (13 puntos), como Lebron James (18) y Kobe Bryant (13) con mates incontestables. A ellos se unió Dwayne Wade (19 puntos) en la segunda mitad. Yao Ming se tuvo que conformar con 13 puntos y 10 rebotes que hicieron la delicia de sus fans.

Distancia sideral

A pesar de que ayer China afrontaba cargada de ilusión la cita contra el equipo estadounidense, bautizado como el de la redención, volvió a quedarse lejos de poder plantar cara, como le ha ocurrido en los anteriores enfrentamientos.

En 1984, en Los Angeles, donde España logró la medalla de plata, Michael Jordan y compañía aplastaron a su rival (97-48). En Seúl-88, China perdió por 49 puntos. En Atlanta-96, por 63 y por 47 en Sydney-2000. El margen, de momento, sigue siendo sideral, pero el baloncesto ha abierto una vía de entendimiento entre ambos.