«Cuando ya no conviven con ellas, la única manera de seguir haciendo daño es a través de lo más sagrado que tienen y quieren: sus hijos. Puede pasar con otros familiares, por ejemplo, machacando a su madre si es una persona dependiente y está a su cargo, pero es sobre todo a través de los hijos. Eso es la violencia vicaria. Cuando tú has sido víctima de malos tratos y te has querido separar como has podido de tu maltratador, por ejemplo huyendo de casa, ese maltratador la mejor forma que tiene de seguir haciendo daño es a través de sus propios hijos. La máxima expresión es matarlos; otras formas, impedir que puedas verlos o hablar con ellos». Así explica Ana María González, trabajadora social y parte de la asociación extremeña de Mujeres Libres, Mujeres en Paz un concepto cada vez más conocido para la sociedad y que supone una clave fundamental para entender la violencia machista.

La explicación la da tras conocerse la aparición del cuerpo sin vida de Olivia en el fondo del mar, la niña de 6 años secuestrada por su padre junto a su hermana desde el día 27 de abril en Canarias. Además, horas más tarde el exnovio de Rocío Caíz confesaba haberla matado tras una semana desaparecida en Sevilla. Dos feminicidios seguidos que provocaron que ayer se organizaran manifestaciones de urgencia para mostrar el rechazo a los crímenes machistas. Las plazas de las principales ciudades extremeñas se llenaron de voces de rabia e indignación. Hay que recordar que en Extremadura actualmente hay 19 mujeres en riesgo alto y que han de vivir con protección policial. 

Ana María González, que ha impulsado la campaña de apoyo a Sara, Mama está castigada, una extremeña que lleva dos años sin poder ver a sus hijas acusada de secuestro, asegura que este tipo de casos no son aislados, tampoco en Extremadura. «Una manera de aplicar justicia es escuchar a los niños y tener en cuenta sus testimonios», asegura. «La situación que viven esas madres es una auténtica pesadilla», añade.