El campo mira al cielo siempre y en un escenario de déficit de precipitaciones como el actual en Extremadura, más. Pero en el caso de los cultivos de regadío, dirigen la mirada también a los embalses, porque si la lluvia no acierta a caer en las vasijas en las que nacen sus sistemas de agua, tampoco hay nada que hacer. Y de momento el panorama es sombrío, especialmente para el arroz y el maíz, a pesar de las gotas que cayeron ayer viernes en algunos puntos y de las que se esperan para este fin de semana. Las 60.000 hectáreas de estos cultivos están hoy en el alambre. 

Del maíz se podrán salvar unas 15.000 hectáreas en la zona del Zújar, principalmente, pero la campaña de arroz se da casi por anulada este año porque la Comunidad de Regantes del Canal de Orellana concentra el 80% de este cultivo y las restricciones de riego que tendrán allí (112 hm³, un 24% de la concesión) dejan fuera al arroz; la ley agraria prioriza el uso del agua en invernaderos, cultivos permanentes (como frutales), tomate (por el elevado impacto social de su industria) y maíz. Eso no deja este año, con condiciones actuales, ni una gota de agua para el arroz y Extremadura es la segunda productora a nivel nacional tras Andalucía, con 21.000 hectáreas, 1.400 productores y 62 millones de facturación en la última campaña. Pero el parón dejará además 40.000 jornales menos este año y restará 10 millones de euros a la zona de las Vegas Altas; se calcula que cada hectárea de arroz genera 510 euros entre salarios, insumos, talleres y demás empresas satélite.  

«Y a eso hay que añadir lo que deja de percibir el agricultor, que tiene cero alternativas a este cultivo», recuerda Félix Liviano, presidente de la sectorial de arroz de Cooperativas Agroalimentarias.

«La tierra está seca»

«A estas alturas del año yo debería estar subido a mi tractor desde las siete de la mañana preparando las tierras, arando y abonando», cuenta Juan Manuel Cáceres en una de las parcelas que destina cada año al cultivo de arroz cerca de Hernán Cortés. Suma 90 hectáreas en total entre arroz y maíz, pero no tiene muy claro si podrá sembrar algo, ni qué. Revuelve la tierra con el pie y aparta la primera capa: «Ahí debería verse ya la humedad, pero no hay nada, está todo seco», lamenta. Y no ve muchas alternativas. 

«Optar por un cultivo de secano, sin saber si va a llover, es hacer una inversión para jugártela; y el girasol, que sería la otra opción, tampoco va a darnos nada», argumenta. Pero no plantar nada no puede verse a día de hoy como una opción si Bruselas no flexibiliza la normativa de la Política Agraria Comunitaria (PAC) porque les penalizaría por no sembrar este año teniendo la condición de agricultor a título principal. En medio del páramo que es ahora esta zona de cultivos se encomienda, con poca esperanza, a que no pare de llover entre marzo y mayo. «Ha pasado alguna vez. Ocurrió en 2018. Pero es no sé yo...» dice. 

Juan Manuel Cáceres, productor de arroz y maíz en Hernán Cortés. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«A estas alturas debería estar preparando mis tierras, subido al tractor arando y abonando. Pero ahora mismo no voy a poder plantar nada»

Juan Manuel Cáceres - Produce arroz y maíz (Hernán Cortés)

Juan Manuel había dado también por perdida la campaña, pero la lluvia persistente le animó a probar a cultivar con la nueva técnica en seco que se ha acabado imponiendo en los tres últimos años en este sector: en lugar de inundar las tierras en mayo, plantan y esperan a que la planta crezca porque vieron que eso mejoraba la calidad, reducía las enfermedades y mermaba los costes en fitosanitarios y en agua. «El consumo de agua se reduce así un 30%, pero nos siguen señalando como un cultivo que derrocha agua porque los cánones que tienen las comunidades de regantes y las confederaciones son antiguos. Hemos modernizado el cultivo pero no se tiene en cuenta y nos penaliza», se queja Cáceres. Él mismo, después de la experiencia de 2018 compró la máquina que necesitaba para adaptarse al cultivo en seco (30.000 euros) y no lo ha hecho ya de otra forma. 

Algo más halagüeña se presenta la situación en otros cultivos como el del tomate. En Orellana no podrán sembrar más de 3.500 de las 28.000 hectáreas que tienen. Pero en el resto de zonas, la condición prioritaria de este cultivo y un mayor volumen de agua disponible (alrededor del 50%) permitirán «salvar la situación», según Félix Liviano. Calcula que se podrán sembrar finalmente alrededor de 19.000 hectáreas en la región.

En el caso de los frutales, de momento confían en salvar sus 20.000 hectáreas (7.000 de cerezos) gracias a la eficiencia en los riegos y el agua que muchos productores tienen acumulada en balsas de forma preventiva. «La floración en Vegas Altas avanza y en dos semanas empezará la del cerezo. Después necesitaremos que llueva para que haya agua suficiente para el proceso de maduración de la fruta, pero el riego de mantenimiento está asegurado y no debemos tener grandes problemas este año, aunque es pronto para saber», apunta Miguel Ángel Gómez, gerente de Afruex. 

Un problema recurrente en Extremadura

El problema con la escasez de agua en la región no es nuevo y los periodos de sequía tampoco (la más grave se remonta a 1995). «Se va a una tendencia ligeramente decreciente de precipitaciones, que no es tan acusada en otoño pero sí en los meses de invierno y la primavera, con lo que hay una menor disponibilidad de agua», dice Javier Acero, profesor del departamento de Física de la UEx.

El sistema nacional de indicadores del Ministerio para la Transición Ecológica no diagnostica todavía un problema de sequía. Pero el déficit de lluvias ya ha llevado al Ministerio de Agricultura a pedir a Bruselas medidas de apoyo para el campo y ha activado la mesa de la sequía, que se ha convocado para el próximo 4 de marzo con el fin de estudiar las «posibles medidas para paliar los daños». 

En Extremadura, junto a la incertidumbre del campo, preocupa especialmente la comarca de Tentudía donde llevan ya un mes en situación de emergencia con cortes de agua. El embalse de Tentudía está al 20% y apenas tiene reservas para cuatro meses, por lo que la Junta ha pedido a la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), de la que depende, que estudie alternativas como la posibilidad de un trasvase desde el embalse de El Pintado (Sevilla) para paliar la situación. 

La mesa de la sequía se reunirá el día 4 de marzo para estudiar medidas de apoyo al campo

«El déficit de precipitaciones que traemos acumulado de otoño y más del invierno es difícil que la primavera lo resuelva porque es la tercera estación más lluviosa. Si lo hiciera, estaríamos hablando igualmente de un fenómeno que no es normal. Pero sí empezamos a ver que cambia algo, aunque no es un cambio de tendencia», avisa el delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Extremadura, Marcelino Núñez. El cambio al que se refiere son las nubes que han aparecido en los últimos días y que suponen la retirada del anticiclón que bloqueaba la entrada de borrascas. «Esas nubes no van a dejar una gran cantidad de litros, pero caerá algo, reducirán la evaporación y aumentará la humedad», añade. ¿Es suficiente? «No, para compensar el déficit de lluvias hacen falta frentes que duren dos o tres días y que dejen cada día al menos diez litros. Pero de momento no los va a haber, por desgracia», insiste. 

La peor parte del déficit de precipitaciones se la lleva la provincia de Badajoz, donde los embalses están al 27% y donde se concentra el grueso del regadío con alrededor de 156.000 hectáreas, frente a las 70.000 de la provincia de Cáceres. Pero en la mitad norte de la región (en el Tajo están al 49%) también hay agricultores que recurren a la prudencia al planificar esta campaña de riego. 

«No quiero arriesgar»

«No quiero arriesgar y voy a plantar la mitad que el año pasado, unas 17 hectáreas en total», dice Joaqui Carlos, agricultor y ganadero de la zona del Alagón. Hace dos años plantaba 65 hectáreas de tomate; pero el incremento de costes le llevó a prescindir el año pasado de las tierras que alquilaba y se quedó con las que tiene en propiedad, donde también planta maíz y mantiene una explotación de vacuno con más de 300 cabezas de ganado. En 2021 ya plantó 34 hectáreas. Ahora la falta de lluvias que se acumulan le llevan a ser conservador

Joaqui Carlos NIEVES AGUT

«Solo plantaré 17 de las 34 hectáreas de tomate. Prefiero no arriesgar y, si me equivoco, gano menos pero no pierdo»

Joaqui Carlos - produce tomate y maíz, y cría ganado vacuno (Coria)

«Prefiero no arriesgar. No sé si me equivocaré; pero si me equivoco supondrá que dejo de ganar, pero no voy a perder», argumenta. Apenas le queda margen. A mediados de marzo el cultivo de tomate tiene que estar en marcha; por eso ha optado por apostar a la baja viendo la inestabilidad que golpea al campo con la subida de costes que arrastra y el déficit de agua acumulado. «Mal está el secano, peor está el regadío y la ganadería está fatal. Esto afecta a todos los sectores». En su lamento, condensa el lamento del campo.