La historia de Extremadura tiene nombre de mujer

Isabel de Moctezuma, el nexo entre dos mundos

EL PERIÓDICO EXTREMADURA inicia una serie dedicada a las mujeres que hicieron historia y dejaron impronta en la región. Porque la lucha por la igualdad va más allá del 8-M, de forma simbólica, todos los días 8 de cada mes, repasaremos la trayectoria vital de mujeres del pasado que merecen ser reivindicadas como referentes

Retrato que representa a Isabel de Moctezuma

Retrato que representa a Isabel de Moctezuma / CEDIDA

Marisol López

Marisol López

Una avenida de Cáceres lleva su nombre, también un colegio de la ciudad. Nunca pisó Extremadura, pero dio a luz un linaje que tiene nombre propio en la aristocracia cacereña. La llamaron Isabel de Moctezuma. Fue la última emperatriz del imperio azteca y bien pudo haber cambiado el curso de acontecimientos durante la Conquista americana de no haber sido traicionada por Hernán Cortés. El militar quiso que la primogénita del legendario emperador del antiguo México sirviera como pieza en el tablero de sus ambiciones de poder, pero ella acabó por desarrollar su propio juego.

Sobrevivió a humillaciones y a enfermedades, dando muestras de una inteligencia y audacia que bastarían para colocarla entre los personajes más destacados de la Historia, pero a juicio de uno de sus descendientes , José Miguel Carrillo de Albornoz, autor de la trilogía literaria en la que ahonda en la biografía de Isabel y sus descendientes, los extremeños aún no han descubierto la verdadera dimensión de la que fuera hija del mítico emperador Moctezuma. 

Su nombre azteca era Tecuixpo Ixtlaxóchitl, flor de algodón. La hija predilecta de Moctezuma II y la reina Tecalco nació en 1509. Algunos de los escritos sobre la vida de Isabel aseguran que el libro azteca del destino pronosticaba un futuro extraordinario para la princesa: que se casaría con varios hombres, como así sucedió, tres de ellos extremeños, y un cuarto hombre que marcaría a fuego su vida, el propio Hernán Cortés. Con solo diez años sus padres la casaron con su tío, mucho mayor de edad. Fue un matrimonio simbólico y efímero porque Cuitláhuac falleció en 1520 de viruela. Poco después contrajo su segundo matrimonio con el considerado último emperador azteca.

Tecuixpo había quedado huérfana antes de celebrarse la primera boda y el primer marido murió solo ochenta días más tarde que su padre. En septiembre de 1520 los aztecas eligieron como sucesor a Cuauhtémoc, un joven de 25 años que había destacado como guerrero, del que los españoles desconfiaban. Era la cara opuesta al recibimiento de brazos abiertos que les había dispensado el desdichado Moctezuma, muerto a pedradas por sus propios súbditos, molestos por el buen trato dado a los invasores, a quienes tomó por dioses. 

Cuauhtémoc aprovechó una ausencia temporal de Cortés para atacar a a las tropas españolas. Es la conocida como ‘Noche triste’, la mayor derrota infligida al ejército dirigido por el de Medellín durante la incansable búsqueda del oro azteca. Cuauhtémoc fue prendido y ajusticiado. 

Antes de morir, el propio Moctezuma pidió a Cortés que cuidara de sus hijas, comprometiéndose éste a no abandonarlas. Junto a sus hermanas fueron bautizadas recibiendo los nombres de Isabel (en honor a la Católica), María y Leonor. El conquistador español las dejó bajo la protección de los franciscanos españoles, con el encargo especial de que instruyeran a Isabel.

La relación entre Isabel y Cortés se consolidó al enviudar el español. La convirtió en su amante y le prometió matrimonio. Nunca cumpliría su palabra. Isabel quedó embarazada y Hernán Cortés buscó para ella un marido con el que tapar un desliz que podría ponerle en un serio aprieto ante el emperador Carlos V. No era una amante cualquiera, era la hija de un rey indígena y ello podría haber sembrado dudas sobre las intenciones del militar en el nuevo mundo, según exponen sus biógrafos. 

Así que Cortés convenció al extremeño Alonso de Grado, un hidalgo nacido en Alcántara (Cáceres) para que contrajera matrimonio con la dos veces emperatriz. Y se repitió la viudez, al morir de repente a los pocos meses. El embarazo de Isabel estaba ya avanzado y hubo que correr para encontrar sustituto. El elegido fue otro sus capitanes, Pedro Gallego Andrade, nacido en Burguillo del Cerro (Badajoz). Leonor Cortés Moctezuma vino al mundo en 1528. Su madre la repudió de inmediato y jamás tuvo contacto con ella, explica Carrillo de Albornoz: «Leonor era también inteligente y muy hermosa. Trató de tener contacto con su madre, pero nunca se produjo el encuentro». A los 21 años quedó viuda de nuevo y con un hijo a cargo. Con su quinto marido, un cacereño, Juan Cano Saavedra, logró encontrar algo del amor y paz que había perdido siendo una niña. Tuvieron cinco hijos. Al morir Isabel, en 1550, los herederos decidieron compartir parte de la herencia con la repudiada Leonor.

El romance con Cortés había deparado para la hija de Moctezuma una cierta posición social y económica. No faltan los autores que lo atribuyen a que Isabel habría facilitado al español acceder a parte del tesoro azteca que perseguía. Carlos V le otorgó la encomienda de Tlacopan, un señorío, el segundo en importancia en lo que hoy es el Valle de México y unas rentas cuya herencia se prolongó hasta 1933. El vizconde Carrillo de Albornoz, descendiente directo de ese quinto matrimonio, ensalza la capacidad política de Isabel, a la que considera clave a la hora de pacificar el territorio, influyente en la sociedad creada en la Nueva España, el legítimo nexo entre los dos mundos. La leyenda asegura que se llevó a la tumba, en una capilla del templo mexicano de San Agustín, el secreto de dónde escondió el resto del oro azteca codiciado por Cortés. Juan Cano regresó a España. Y en Cáceres atestigua la continuidad de la estirpe el Palacio Moctezuma, con su cúpula blanca, como la flor de algodón.