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Incendios en Extremadura Reacciones ante la evacuación

Apuestas sobre el peligro

Apuestas sobre el peligro

Las llamas del fuego que el pasado sábado obligó al desalojo de Grimaldo, y que parecía controlado, amenazaban la noche del lunes a unos cien metros de Casas de Millán. El humo se intensificaba por momentos al caer la tarde. Un coche municipal recorría poco después de las diez y media de la noche el pueblo para anunciar que se había tomado la decisión del desalojo. Autobuses y ambulancias esperaban en frente del bar Los Niños , el punto de encuentro.

ENTRE NERVIOS Y RISAS

Nervios, desconcierto, miedo por el anunciado peligro e incluso las risas de los que no creían que la situación llegara a mayores se mezclaron en el ambiente. De los cerca de 800 habitantes, a los que hay que sumar los que pasan allí sus vacaciones, sólo unos 250 decidieron subir a los autobuses o ambulancias para dormir en Plasencia. Un gran número de los que tenían familiares o amigos en pueblos limítrofes optaron por convertirse en invitados por esa noche. "Yo tengo un bebé de 8 meses y cuando vi la cantidad de humo me fui a casa de mi hermana a Cañaveral", asegura una mujer que cada verano pasa en Casas de Millán sus vacaciones. Mientras, su marido hacía hincapié en la desorganización que a su juicio imperaba. "Esto era un caos, el fuego comenzó hace 4 días", dice.

CAMAS POR UNA NOCHE

Sobre las doce de la noche llegaron a Plasencia los vecinos que decidieron abandonar el pueblo. El hospital de la Diputación Provincial fue el encargado de facilitar los cerca de 200 colchones y mantas que se distribuyeron en un pabellón. Además, nada más llegar, los vecinos pudieron comer y beber gracias a las 700 botellas de agua y zumos, galletas y frutos secos distribuidos por los voluntarios de Protección Civil. Por la mañana les esperaban 300 croissants y otros dulces cedidos por la empresa Panakés, sin embargo, en la mente de las familias no estaba ya el comer sino el marcharse de nuevo a sus casas, informa Raquel Rodríguez.

Entre los que se quedaron, un reducido grupo se unió a los retenes que en esos momentos estaban luchando contra el fuego, a pesar de las continuas advertencias a los voluntarios para que se mantengan al margen. "Sé que era peligroso --dice uno de ellos-- pero nosotros somos los que mejor conocemos estos caminos. Lo que es digno de destacar es la valentía de los hombres que estaban en los retenes. Increíble verlos trabajar". Las tareas de estos profesionales continuaron el día siguiente haciendo nuevos cortafuegos cuando el pueblo ya había recuperado la calma. No en vano, el fuego aún no estaba apagado.

A esa hora, en el bar Los Niños no se perdían detalle de lo publicado en periódicos o los informativos de radio y televisión. El presidente de la diputación cacereña, Juan Andrés Tovar, fue a interesarse por los vecinos y también lo hizo el cabeza de la oposición extremeña, Carlos Floriano. La noche del fuego dará para más tertulias en Los Niños .

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