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ANALISIS

COMO FRUTA MADURA

Aislada, ETA no tiene más remedio que asumir que su éxito está en su retirada.

No es la primera vez que ETA declara un alto el fuego ni que abre, con él, un proceso de superación de la violencia. Por citar los dos casos más conocidos, cabe evocar la tregua de tres meses que introdujo el proceso de conversaciones de Argel en 1989 y el alto el fuego con el que dio comienzo el proceso de Lizarra en 1998. Los dos acabaron en fracaso. No es, por tanto, sorprendente que, entre las reacciones que se han producido ante este tercer anuncio, haya predominado la de la cautela o, incluso, la del escepticismo. A ETA apenas le queda crédito alguno para suscitar esperanza.

Y, sin embargo, el tiempo no pasa en vano ni la historia tiene por qué repetirse de manera mimética. Si se analizan las circunstancias en las que se ha producido la decisión de ETA de un alto el fuego permanente, la conclusión que uno saca es que la situación política que ahora se abre no es idéntica a la que se creó tras las dos treguas antes señaladas. Tanto en Argel como en Lizarra, la decisión de ETA tenía demasiado de estratégica. En el primer caso, la banda, consciente de su capacidad operativa, pretendió jugar de poder a poder, sondear, por así decirlo, al Estado sobre su disposición a conceder contraprestaciones políticas a cambio del abandono de las armas. En el segundo, ETA quiso, con aquel alto el fuego "unilateral e indefinido", "acumular" todas las fuerzas nacionalistas para alcanzar, mediante la presión política, los mismos objetivos que no había sido capaz de conseguir a través de la lucha armada. En ambas ocasiones, la tregua o el alto el fuego era un instrumento de lucha en pos de la imposición de su proyecto político.

El alto el fuego que ayer se anunció tiene otras características. Parece, más que el fruto de un cálculo estratégico, el resultado de un largo proceso de maduración en el que ETA ha interiorizado que el ciclo de su lucha armada está agotado. No es ésta una impresión voluntarista, sino, más bien, una deducción fundada en hechos reales.

Ya el propio texto del comunicado de ETA, así como la literalidad de la declaración con que Batasuna lo acompañó a las pocas horas, tienen poco que ver con la retórica triunfalista con que en otros tiempos la izquierda aberzale solía aleccionar a todo el mundo. Ambos, comunicado y declaración, dan a entender que sus autores se han hecho conscientes de su debilidad operativa y política, y que quieren salir realmente del atolladero en que están metidos. Se agarran simplemente a lo que el nacionalismo democrático ha venido reclamando en los últimos tiempos: la apertura de un proceso en el que sean reconocidos los derechos del pueblo vasco.

ETA se sabe acorralada y sabe, además, que su persistencia se ha convertido en un estorbo para el desarrollo político de la propia izquierda aberzale. En este sentido, la presión que el Estado de derecho ha venido ejerciendo sobre ella y sobre todo su entorno ha obtenido resultados. Aislada, y rechazada en todos los frentes, ETA no ha tenido más remedio que reconocer que su éxito está precisamente en su retirada. La propia Batasuna se lo venía indicando, de forma más o menos explícita, desde que el 14 de noviembre del 2004 hiciera solemnemente pública su famosa declaración de Anoeta.

El presente alto el fuego se caracteriza, en consecuencia, por su madurez . Cae como una fruta madura que no resiste ya en el árbol. Y precisamente por eso, por ser el producto de un largo proceso de maduración, permite albergar más esperanzas que las treguas anteriores.

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