Un proverbio atribuido a Confucio dice: Dale un pez a un hombre y comerá un día; enséñalo a pescar y comerá siempre . William, Araceli, Mayumi, Edeysi, Mireya, Renato, Yulisa y Lucilla, tienen entre 15 y 17 años y podrían ser ese hombre. La caña para ellos es una beca de 60 euros al mes. Son unos privilegiados en una zona de Perú en la que la vivienda básica es un habitáculo de madera, paja y plástico, o de adobe en el mejor de los casos, y el salario medio ronda los 191 soles (50 euros). Son vecinos de la población peruana de Alto Trujillo, de 55.000 habitantes --excepto Lucila, que es de Arequipa--, originada en un arenal a partir de las migraciones internas que siguieron a la devastación del fenómeno meteorológico de El Niño en los años 1997 y 1998. Estudian Farmacia, Cocina, Magisterio, Derecho, Confección y Nutrición.

Los ocho son beneficiarios de un sistema de becas desarrollado por la oenegé Extremayuda, creada por el médico cacereño Damián Gallego, y que acaba de cumplir su primer año de vida. El primer proyecto que pusieron en marcha fue este sistema de becas que permite garantizar la formación a aquellos niños que "despuntan" en el colegio, pero que por la extrema pobreza de la familia, corren el riesgo de abandonar los estudios "para limpiar coches, vender por las calles o recoger fruta", recuerda Gallego. "Habitualmente son mujeres solas con varios hijos", explica el médico sobre la situación de las familias.

Damián Gallego aterrizó en Lima, la capital de Perú, hace varios años "con ganas de ayudar". Sobre el terreno se cruzó en su camino el sacerdote de Don Benito Javier Travieso, entonces párroco del Trujillo peruano y ahora obispo de esa zona. Fue Travieso quien le invitó a conocer la realidad de esta población y a poner en marcha algún proyecto para ayudarles. "Hasta entonces había centrado mi compromiso personal en la región de Arequipa, en la que actúan distintas oenegés", explica Gallego. Tras comprobar la difícil situación de esa tierra, con pocos recursos y menos oportunidades, Gallego regresó a España y convocó a un grupo de amigos con los que creó Extremayuda. "Comenzamos un enfermero, un prejubilado de banca, una profesora y dos ginecólogos", recuerda Gallego.

Ahora son 230 personas y la oenegé ha recaudado en este tiempo más de 30.000 euros, con los que además de este proyecto están trabajando en otro para formar a la mujer y fomentar su incorporación al mercado laboral, y en la construcción de un hospital junto a otras organizaciones. "La mujer es nuestro objetivo porque están solas y necesitan que se les dé trabajo y dignidad", afirma Gallego.

Para el centro de trabajo ya tienen una parcela de 600 metros cedida por el gobierno de Perú: allí dos voluntarias las formarán en tareas del servicio doméstico, habrá talleres de trabajo de patronaje, confección y calzado (esta es la zona zapatera de todo Perú) y se les ofrecerán microcréditos para que puedan comprar las máquinas. Además contarán con aulas wawa wasi , en las que una mujer atiende a los niños pequeños o una vez que salen del colegio, mientras las madres trabajan. "Falta completar el presupuesto", cuenta Gallego, que reconoce: "pido como no he pedido nunca, pero creo que debo hacerlo". No en vano la organización se nutre de las aportaciones voluntarias de socios o en su web www.extremayuda.org .

El sistema de becas surgió como una reminiscencia de lo que él vivió en su adolescencia. Nacido en Jaraicejo en una familia humilde, se formó con una beca-salario similar a la que ahora han puesto en marcha en Perú. "Daban un dinero a mis padres para que yo estudiara en lugar de trabajar en el campo". Así acabó Bachillerato y se marchó a estudiar Medicina a Salamanca. En Perú este primer año han sido 8 becados. El próximo curso escolar, que comienza en marzo, ya serán 15.

Y a pesar de todas las cañas , no hay que menospreciar al pez . Por eso, los 2.000 euros que el colectivo ha recaudado con la ayuda de una bodega de Almendralejo ya tienen destino: "que todos los niños puedan beber un vaso de leche al día", apunta Gallego.