La capital cacereña ostenta el récord nacional con la donante de órganos más longeva. Se trata de una mujer de 94 años que falleció a causa de un infarto cerebral y donó sus riñones y su hígado. Este último consiguió salvar la vida de una mujer unos meses después de que ella muriera. En cuanto al resto de los órganos que donó su familia desconoce si finalmente pudieron trasplantarse a otra persona. Ocurrió hace ahora tres años pero hace unos días su hija Ana Palomino recordó su historia en unas charlas sobre donación de órganos que se están realizando en la iglesia de la Sagrada Familia, en Nuevo Cáceres. Acompañó a la enfermera de la unidad de trasplantes de Cáceres, Mari Ángeles Márquez, que dirige las jornadas.

La mujer, que era natural de la localidad cacereña de Almoharín aunque llevaba tiempo residiendo en Cáceres con sus hijos, llegó al hospital San Pedro de Alcántara tras haber sufrido un infarto cerebral. Ingresó en la unidad de ictus pero a los cuatro días entró en muerte cerebral. Su familia pensó que iban a trasladarla a una habitación para que pudieran despedirse de ella antes de que fuera desconectada de las máquinas que la mantenían en vida, pero la sorpresa fue la propuesta que les hicieron los médicos: Salieron a pedirles que reconsideraran la posibilidad de que pudiera donar los órganos porque se encontraban en muy buen estado. Le habían realizado todo tipo de analíticas que confirmaban que estos órganos podían continuar haciendo su función para otra persona que lo necesitara. «Nos dijeron que tenía muy bien el hígado y los riñones, nunca pensamos que pudiera tenerlos en tan buenas condiciones con esa edad», explica Ana Palomino, una de las hijas.

La propuesta les cayó de sorpresa. Aún estaban asimilando el fallecimiento de su madre, que no se esperaban. La mujer padecía un pequeño problema en el corazón que le había sido detectado hacía dos décadas, pero nunca le había dado problemas. Aquello ocurrió de repente y tenían que decidir en cuestión de minutos si aceptaban o no (esto es parte del protocolo, la decisión debe tomarse en un corto periodo de tiempo porque los órganos si no dejarían de funcionar y se perderían). Tras debatir con el resto de los familiares respondieron de forma afirmativa. No se arrepienten. «Es cierto que hubo disparidad de opiniones porque al principio da miedo, pero fue lo mejor que pudimos hacer», asiente.

La enfermera de la unidad de trasplantes, Mari Ángeles Márquez, que es amiga de la familia, les animó. «Y dijimos, ¿por qué no hacerlo? Pensamos que sería el mayor orgullo para ella poder ayudar a los demás», añade. Y así fue, consiguió salvar la vida a una mujer que necesitaba un trasplante de hígado. Cuando se enteraron fue aún más satisfactorio. «Es muy reconfortante. Es lo mejor que pudimos hacer en la vida y además ha marcado un hito en la historia de los trasplantes», explica Ana Palomino. Ella además es donante de órganos desde hace 30 años.