Todos los caminos conducen a Roma. O al menos hubo un tiempo en el que así fue. La historia corrobora que fue tal la influencia de la época de los emperadores que todas las carreteras de norte a sur y de este a oeste se trazaron en dirección a la cuna romana, a la raíz del Imperio. Con el paso de las décadas y como el imaginario popular es caprichoso, la frase que se popularizó por lo literal fue adoptada por el refranero. Ya ni rastro queda de aquellos emperadores ni de sus imperios pero sobrevive la huella de su paso, una que ayuda a entender el pasado y el presente. Entre todos los caminos que acababan en Roma, uno cruzó Cáceres e inició un viaje de más de 2.000 años para la ciudad. Numerosos vestigios del legado del imperio en la península, la Vía de la Plata, uno de los ejes de comunicaciones de Hispania, suma a su paso por Extremadura, a Emérita

Augusta (Mérida), Cáparra y a la colonia de Norba Caesarina, el germen de la capital cacereña. Aunque hay versiones, la hipótesis que barajan los historiadores es que dos asentamientos militares fueron los dieron origen a la ciudad, Castra Caecilia (Cáceres el Viejo) y Castra Servilia, ubicada en el recinto amurallado. Años de excavaciones y estudios han concluido que en torno a este segundo campamento se asentó la colonia que daría forma a la capital. De hecho, en el entorno de la almendra histórica se reparten evidencias como el Arco del Cristo, las Torres de la Yerba, del Horno y del Aver, que poseen basamento de origen romano, la barbacana del Arco del Socorro o el Baluarte de los Pozos, pero sin duda la más notable son los restos hallados bajo el Palacio de Mayoralgo, prueba indiscutible de que bajo el suelo en el que se encuentra el actual casco histórico hubo vida en el Siglo I antes de Cristo. El yacimiento, considerado el más relevante en la última década, es desde este verano uno de los reclamos para turistas y vecinos. Según fuentes del ayuntamiento cacereño, desde que inauguró su nuevo modelo sin cita previa a finales de este mes de julio, recibe al día un centenar de visitas. Cabe recordar que las ruinas permanecían abiertas al público desde 2017 pero para poder acceder había que concertar cita con 15 días de antelación y contratar a un guía, una cuestión que imposibilitaba a los turistas la opción de acceder a los restos. De este modo, a principios de este año el ayuntamiento y Liberbank rubricaron un convenio para incluirlo en la ruta diaria de la Torre de Bujaco, el Baluarte de los Pozos -ahora cerrado por obras-- y un tramo de la muralla. La previsión en un primer momento era inaugurar en la temporada alta de la ciudad que coincide con Semana Santa, pero la crisis sanitaria obligó a retrasar la fecha de apertura. Esta nueva etapa da un paso definitivo para que las ruinas romanas sean accesibles tras la insistencia de asociaciones de expertos y arqueología, que durante años han reclamado que se incorporaran en el itinerario abierto. Así, tras la inauguración de su nueva etapa marcada por las férreas medidas de seguridad para hacer frente al coronavirus, este diario recorre los restos. En la visita, el concejal de Turismo, Jorge Villar, la jefa de Turismo, Amparo Fernández, el guía oficial José Durán y Paco Agúndez, director de oficina de Libebank, dueña de las instalaciones desde 1999 tras adquirir el inmueble a Hacienda por 350 millones de pesetas. De ese año precisamente datan las primeras catas, no obstante, las crónicas oficiales reflejan que no fue hasta 2001 cuando operarios que trabajaban en la obra para adaptar el edificio como sede de la entidad bancaria encontraron restos de unas termas. Desde ese momento arrancaron los trabajos de excavación arqueológica dirigidos por los expertos Marcos Jiménez y Hugo Chautón. Este último destacó en sus conclusiones que los hallazgos del Mayoralgo «demuestran el evidente interés arqueológico del subsuelo de la zona». «Los resultados nos han permitido, una vez estudiados a fondo tanto el material arqueológico exhumado (cerámica, metales, moneda), como las estructuras halladas (muros, pavimentos, fosa, silos), conocer mucho mejor el pasado, tanto de la propia ciudad, como de la anterior romana Norba Caesarina», precisa. En total, el yacimiento cuenta con 530 metros cuadrados excavados y se encuentra bajo el patio del inmueble. El itinerario arranca en la entrada de Bujaco por el Arco de la Estrella. El único acceso a las ruinas para los visitantes es a través de la muralla.

De las termas al aljibe

Según detalla a este diario Villar, en el yacimiento se encuentran elementos desde la época republicana hasta la etapa bajoimperial, restos de una herrería del siglo IV a. C, unas termas junto a un ninfeo, restos de la calzada y de viviendas de época. En una de ellas se advierte el contraste de épocas ya que se hallaron restos de una casa del siglo I a. C. junto a una arcada del siglo XIII. En ese sentido, Fernández destaca como dato curioso como de forma histórica conviven estratos de diferentes culturas y con el paso de los siglos se reaprovecharon los materiales de épocas anteriores para construir los nuevos inmuebles. No obstante, uno de los grandes actractivos del yacimiento se encuentra en la última parte del recorrido donde se atisba la estructura de un aljibe que comunica con dos pozos de granito del atrio de una casa noble en la zona superior. Según precisa el guía oficial, José Durán, la conclusión sobre el yacimiento es que se encontraba en una zona de familias acaudaladas ubicado junto foro de la ciudad, en la plaza de Santa María. Estos restos ponen de manifiesto, tal y como destacan los expertos, «un probable abandono de esta zona de la ciudad entre el final de la presencia hispanorromana y la llegada de los almohades en 1174, momento en que comienza a desarrollarse la ciudad que hoy conocemos». La visita concluye precisamente en este Atrio ubicado al nivel del actual patio de la sede la entidad bancaria, donde paradójicamente lucen dos esculturas de J. A. Calderón Silos, un hombre y una mujer que representan la convivencia entre el pasado y el presente. Por su parte, Villar incide en el valor de los restos tanto para el imaginario ciudadano como para el atractivo turístico «para nuestros visitantes, por su valor cultural y su valor histórico, y para los propios cacereños, para conocer su propia historia» e insiste en la apuesta municipal por seguir abriendo patrimonio de la ciudad y «mostrar los tesoros de Cáceres» al público.