Mira que hay malas noticias. Bueno, pues la peor noticia que le pueden dar a un cacereño es la de que va a llover. Porque lo malo no es que deba estar pendiente de un paraguas, que es un utensilio cuya tendencia a perderse es proverbial, que está concebido para hacer molesta la circulación y cuyas varillas son tan delicadas que se rompen con el menor roce. Lo malo es que no puede salir "a dar una vuelta". Y eso si que no lo puede aguantar un cacereño. Porque un cacereño no necesita pretexto para salir a la calle, que es donde encontrará a cualquier otro cacereño y además es gratis.

Porque si sale a la calle en días de lluvia y estima su salud y su integridad, o bien utiliza una canoa o monta en helicóptero. Y es que nuestra ciudad no está concebida para la lluvia. Las baldosas, que pueden ser feas o bonitas, son una caja de sorpresas y están diseñadas para albergar agua bajo ellas y lanzarla a las extremidades inferiores de los viandantes. Muchos pasos semafóricos están ubicados en los lugares en los que más agua se acumula, de manera que está obligado a utilizar la canoa de bolsillo que debe portar todo cacereño o se ve impelido a dar un largo rodeo para evitarlo. Las aceras están salpicadas de badenes que almacenan más agua que el Guadiloba. Claro que para badenes los de algunas calles, que si además están en cuesta se adornan con riadas espectaculares y peligrosas. Por si fuera poco, los automovilistas tienen una querencia especial a pasar a toda velocidad sobre los charcos si en los alrededores hay algún peatón, que recibe una involuntaria ducha de agua fresquita. De manera que en casita todo el día.