¿La mejor época para pasear? La primavera, porque con la floración el parque luce en todo su esplendor; el verano, porque la temperatura es más baja que en otros puntos de la ciudad; y el otoño, por el colorido que adquiere. Lorenzo Garrote, jardinero, amante de la botánica y presidente de la Asociación de Amigos del Parque del Príncipe --que además de velar por la difusión del patrimonio de este recinto lo hace por los demás parques y jardines de la ciudad-- reconoce que Cánovas "es un parque que botánicamente tiene mucha riqueza por la variedad de árboles y arbustos que alberga". Eso, y su condición de punto de encuentro de la ciudad, condicionan cualquier actuación, como la renovación que ahora se plantea.

Hay más de 150 especies, entre árboles y arbustos, todos relativamente jóvenes, porque el parque data de comienzos del siglo XX; entre ellos, ejemplares de Ginkgo Biloba, muy valorado en China por su valor espiritual, castaños de indias, cedros del Líbano, algarrobos --muy apreciados en la posguerra por dar un fruto dulce y energético--, magnolia caduca, tilos y palmeras de Canarias, uno de los símbolos de Cánovas.

Además hay árboles con historia, como los olmos (uno, frente a la Cruz de los Caídos) que se conservan de la olmeda que avanzaba por la ahora avenida de Alemania; la washingtonia más grande de la ciudad (palmera de hoja de abanico), junto al Bombo o un plataneros gigante, frente al chalet de los Málaga. Todos, tesoros verdes.