Además de las oquedades naturales del Calerizo, las minas de fosfatos, abiertas en 1876 en esta zona, horadaron grandes pozos y galerías que dieron lugar en su mejor época a 5.000 toneladas de producción al mes. En total hubo 12 pozos y 119 edificaciones, conocidas al detalle por Francisco Luis Naharro, presidente del poblado minero y habitante de la zona desde la niñez. Algunas de estas bocas de mina pueden verse hoy en los campos del entorno, aunque a nadie se le escapa la temeridad de adentrarse en ellas. Por ejemplo la Boca del Lobo, "respiradero y aliviadero del material, parte del pozo de San Salvador, de 1877", indica Naharro. O María Estuardo, muy próximo, cuya explotación comenzó hace 146 años, o bien La Esmeralda, que ya estaba en marcha en 1878 y se extiende nada menos que 120.000 metros cuadrados.