Fue una inauguración en toda regla, con placa incluida, con el Orfeón Cacereño incluido, con todos los políticos incluidos. Y parecía mentira que 30 años después de su anuncio, Hispanoamérica tuviera al fin su sede vecinal. Eso sí, y en honor a la verdad, no se trata de una sede sino de un centro cívico en el que el colectivo tendrá un despacho, es decir, como lo que tenía cuando hacía uso de la casa de cultura de Moctezuma.

Hay entre los vecinos un ligero sinsabor, pero esta gente de la asociación es generosa y ayer, su presidente, Raimundo Medina, reaccionó con la caballerosidad y bondad que le caracteriza. «El salto que hemos dado de donde estábamos a donde estamos hoy es muy grande. Me veo fuera de sí -dijo Medina- porque me sale del corazón todo lo que digo. Siempre que he hecho algo en esta ciudad, que es mi ciudad, ha sido por el beneficio de todos los vecinos, para que tengamos un sitio, un centro cívico donde nuestros mayores, nuestros niños, nuestros jóvenes dispongan de un lugar donde puedan hablar, convivir, hacer cosas y estén siempre en un sitio amigable, para que todos podamos ir luchando por la vida».

Lo que pasa es que a los de la asociación, en el fondo, les hubiera gustado una sede pequeña, donde los mayores pudieran jugar al julepe, hacer las migas sin miedo a rozar la minimalista decoración, tener un bar y celebrar bailes los domingos por la tarde.

Pero el ayuntamiento les ha prestado un despacho dentro de un mastodonte, que estará abierto de lunes a viernes, de 09.30 a 13.00 y de 17.00 a 20.30. Habrá una máquina de esas eléctricas para refrescos, una sala de lectura con 60 puestos, con capacidad para un centenar de personas, y salas de estudio «que serán un gran desahogo para una zona que concentra a un gran volumen de estudiantes», apuntó el concejal de Participación Ciudadana, David Holguín.

HABRÁ MIGAS / El centro dispone además de dos salas polivalentes que se destinarán a talleres cognitivos, manualidades, tecnología, información y comunicación. Incluye un salón de actos para conferencias, teatro, actividades culturales, con programación fija. De manera que el colectivo vecinal deberá coordinarse con el consistorio cada vez que quiera celebrar un evento. De momento, para el día 20 por la tarde tienen programadas las migas: llevarán 50 kilos de pan, 700 churros, 50 litros de chocolate, 20 litros de café. Se sortearán tres cestas de Navidad del Hiper Cash Tambo y acudirán unas 500 personas. A ellos les hubiera gustado una inauguración con el actor Santi Senso y la cantante Estela, que son del barrio, pero eso tendrá que esperar. El edificio es del ayuntamiento, es la institución que lo gestiona y donde hay patrón, no manda marinero.

El presidente vecinal, sin embargo, solo tuvo palabras de agradecimiento. «A estos jóvenes tenemos que darles actividades y sitios de este tipo». Al menos, el centro lleva su nombre, Raimundo Medina. «Me honra mucho tener el nombre en vida y la verdad es que agradezco que todas las corporaciones fueran unánimes en esa decisión». Medina recordó a todos los alcaldes que han facilitado que este edificio se construya: Sánchez Polo, Saponi, Heras, Nevado y Salaya, y a los concejales de Participación, Miguel López y Víctor Bazo.

En el acto no pararon las palabras de reconocimiento, siempre merecidas, a Raimundo Medina, líder histórico del movimiento vecinal, «un hombre que buscó los intereses de los vecinos y por extensión de los cacereños», apuntó Holguín. «Este centro cívico lleva el nombre de un cacereño que nos enseñó que la constancia, la generosidad y la tenacidad son una filosofía de vida», apostilló.

«Hay que agradecérselo a todos los alcaldes; a mí no porque llevo en esto diez minutos y no tengo nada que ver, pero se ha hecho una gran tarea», comentó Salaya. El regidor defendió el concepto del inmueble no como sede vecinal sino como edificio «que se integra con el barrio y genera espacios de convivencia. Si esto lo gestionamos bien tendremos un punto de referencia, de conexión intergeneracional entre jóvenes y mayores, un espacio donde puedan trabajar los vecinos de toda la vida, los que estábais cuando se construyó, y donde puedan integrarse también los nuevos, que irán llenando la sala de estudio». Un argumento el de Salaya que precisamente a los de toda la vida no deja satisfechos porque sienten que les han dado gato por liebre.