La suerte le ha sonreído a José Mariscal. Este obrero de 48 años es muy consciente de que es prácticamente un milagro estar ileso después de que un corrimiento de tierras provocado por las lluvias le dejara casi sepultado entre un muro de hormigón y el acerado desplomado sobre él. Pero así es. Salvo una pequeña herida en la pierna izquierda, a la altura del tobillo, y un leve dolor en el costado, José está bien, aunque aún un poco aturdido.

Cuando ayer, después de mucho insistirle, pues se muestra reacio a hablar de lo ocurrido, José Mariscal accede a compartir con este diario su terrible experiencia, nada en su aspecto denota que apenas 24 horas antes había permanecido atrapado durante más de dos horas y media en una zanja de la que, con mucho esfuerzo, le rescataron los bomberos.

Arropado por su madre, su hermano y su hermana, nos recibe con cordialidad en su casa, en la localidad de Arroyo de la Luz. Trata de aparentar tranquilidad, pero cuando comienza a hablar su voz revela aún el lógico nerviosismo acumulado y utiliza una única palabra para describir lo que en un primer momento sintió: Miedo. "Tuve mucho miedo, sobre todo porque temía que pudiera seguir cayéndome tierra encima hasta llegar a aplastarme o sepultarme", lo que reconoce, le hizo temer por su vida.

Un suceso inesperado

De lo sucedido recuerda José Mariscal que ocurrió todo muy deprisa. "Entré en la zanja para quitar la tierra que la lluvia había arrastrado y de repente me vi atrapado sin saber muy bien lo que había sucedido". Este hecho le provocó "un miedo terrible, pues aunque intentaba con todas mis fuerzas salir no podía moverme porque tenía la pierna izquierda atrapada". Y al miedo por no poder liberarse se sumó el causado por no saber en qué situación estaba la tierra que le aprisionaba, si habría o no más desplomes.

Pero pese al lógico miedo que cualquiera debe sentir en una situación de temor por la vida, a José Mariscal, que permaneció consciente en todo momento, nadie le oyó gritar ni quejarse. De hecho, el propio jefe de guardia de los bomberos que intervinieron en el rescate reconocía tras el mismo que el comportamiento de este obrero arroyano fue ejemplar. "Se ha portado muy bien, ha estado tranquilo y esto es algo que ayuda mucho en nuestro trabajo", señalaba.

Y es que fue precisamente la llegada de los bomberos, su presencia en el lugar, lo que más tranquilizó a José. "Tuve mucho miedo, pero cuando llegaron los bomberos me sentí más tranquilo y gracias a ellos, que se portaron fenomenal y no dejaron de animarme, el temor se me fue pasando poco a poco". Desde que llegaron solo hubo un momento, reconoce, en el que volvió a sentirlo, cuando se rompió una tubería y comenzó a entrar agua en la zanja, "en ese momento me puse muy nervioso, pues pensé que me iba a ahogar antes de que pudieran sacarme".

Sus miedos no se cumplieron y José Mariscal se sentía ayer feliz. Nervioso aún, eso sí, pero sobre todo agradecido, a todos los que le ayudaron, y afortunado, por no haber sufrido ningún daño. Su felicidad la comparte su madre, que supo del accidente por su propio hijo. "Yo estaba algo preocupada porque tardaba en llegar a casa, pero ni me imaginaba lo que estaba pasando, pues no me enteré de nada hasta que él mismo me llamó, ya desde el hospital y sabiendo que estaba bien".

Para este obrero arroyano de 48 años el accidente sufrido el martes en la obra en la que está trabajando, la construcción de un chalé en la calle Aries, ha sido su primer siniestro laboral. Aunque ha visto accidentes de compañeros, él es el primero que sufre en sus ya más de 25 años de trabajo en la construcción.

Ahora, en casa, trata de recuperarse del susto y descansa. Lo hará al menos hasta el próximo martes, día en que, comenta, "tengo que volver al médico para ver si ya estoy en condiciones de volver al trabajo". Lo dice asegurando que volverá sin ningún miedo, aunque eso sí, reconociendo que a partir de ahora vigilará más la seguridad.