Los respiradores suenan como suena el aire. Expiran, inspiran, alivian el pulmón. Las mascarillas suenan como suenan los labios encarcelados, los guantes suenan como suena el torpe chasquido de los dedos cuando el covid-19 les pone barrotes. Menos mal que detrás de los sonidos hay almas bondadosas que los activan en nuestros hospitales para frenar la oleada de muertos.

Es curioso que tres generaciones, madre, padre e hijo, se hayan dedicado a la medicina, la profesión más castigada por esta pandemia impensable que también azota a Extremadura. «Mis padres son los dos extremeños. Mi padre es de Huélaga y mi madre, de Cáceres. Mi madre, Maltilde, trabaja como técnica en Cuidados Auxiliares de Enfermería en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. Mi padre, Luis, lo hace como médico de familia en el Centro de Salud Manuel Encinas de Cáceres». El hijo, Luis Tobajas Belvís, acaba de entrar en directo en el programa de televisión de Susanna Griso cuando atiende a este diario.

Él es médico en el centro de Salud de Salorino, que atiende igualmente a Membrío. Realiza una súplica: «Me vais a permitir que esta tarde comience dedicándole unas humildes palabras a dos profesionales, a dos compañeros, a dos auténticos ‘héroes sin capa’ que llevan varias décadas luchando por el bienestar de las personas y los pacientes, por mejorar la salud de los que sufren, de los que tienen dolor y por ofrecerles unos cuidados óptimos con el fin de acrecentar tanto el aspecto físico como mental de ellos y de sus familias».

Así define Luis a sus padres, mientras su relato te parte el alma. «Son auténticos virtuosos imaginativos de la profesión sanitaria y hacen sonreír a las personas que padecen una enfermedad, sembrando con maestría ilusiones firmes cuando están en situación de vulnerabilidad y de desesperanza. Ambos me enseñaron a llamar por su nombre a los pacientes, a respetar y empatizar con el dolor ajeno, a empatizar emocionalmente con los demás, me enseñaron también a ayudar a los que agonizan desde una posición de positivismo, de ternura, de comprensión, de esperanza y de amor».

Luis Tobajas Belvís.

La medicina ha de ser una profesión vocacional. Y el padre de Luis es un claro ejemplo de ello, porque aún pudiendo haber ejercido su derecho a la jubilación, ha prolongado su actividad profesional. Su madre está muy cerca de su retiro laboral, pero ambos tienen en común la ilusión por acudir al trabajo.

«Los envidio», confiesa Luis. La labor de su padre es encomiable. La atención primaria «está identificando precozmente y aislando en sus domicilios a los nuevos casos de covid-19», incide.

Su madre está dentro de una UCI. «Todos sabemos que los pacientes que allí ingresan tienen alguna condición grave de salud que pone en riesgo su vida y que por tanto requieren de una monitorización constante de sus signos vitales y otros parámetros fundamentales. El trabajo allí se caracteriza por ser el área en un hospital en donde se trabaja bajo presión y con los mayores índices de estrés, imaginen en situación de pandemia», explica Tobajas.

Sus padres, como muchos otros profesionales sanitarios del Sistema Nacional de Salud, están en escenarios de exposición de alto riesgo, y por ello les da las gracias: «por su esfuerzo, por su dedicación, por su coraje, por su valentía y por su compromiso con los pacientes y sus familias».

Ellos son el espejo del conjunto de profesionales del Servicio Extremeño de Salud. «Son los auténticos guerreros que están en primera línea de esta contienda». Por eso Luis se decidió a estudiar Medicina en Badajoz y a hacer luego el MIR en el San Pedro de Alcántara. «Ahora toda esa generación de la que mis padres forman parte nos está dando un ejemplo increíble, una lección de aguante».

La consulta sigue recibiendo pacientes. A ella no ha llegado ningún caso de coranavirus. Luis cruza los dedos y sigue luchando para que la agonía no emita su sonido.