The Strokes se lanzaron a la arena, hace ya más de una década, exhibiendo sin complejos su fascinación por el punk neoyorkino de 1977, el de la generación CBGB's, y ahora, avanzando poco a poco, ya han llegado a 1981 o, quizá, a 1982. Las telarañas de guitarras encrespadas han ido cediendo espacio a la electrónica juguetona con tramas funky , lo cual no es ni bueno ni malo: The Strokes sabe construir canciones de tacto apetecible, ingenioso y cool , pero hay una distancia no menospreciable entre eso y entregar un disco capital.

Comedown machine no lo es, aunque se deja oír con agrado porque Julian Casablancas, cantante y autor de todas las composiciones, dispone de una inquieta cultura musical, recursos expresivos y un paleta estilística amplia, y esos melodías cocinadas con sonidos sintetizados saben a golosina. Ninguna canción suena como la anterior, hay efecto sorpresa y estribillos resultones para mantenernos entretenidos a lo largo de los 39 minutos y 49 segundos que dura el disco. Comedown machine puede amenizar una fiesta en la que anfitrión desee, por encima de todo, no hacer el ridículo. Sí, pero deja poco poso. Y, desde luego, no saciará a los fans que suspiren por un nuevo Is this it? , la grabación rematadamente revivalista pero vivificante con la que la banda debutó en el 2001.

Guitarra oscurecida

El disco se abre con Tap out , sobre un ritmo bailable y con líneas melódicas livianas dignas de Tom Tom Club. Muy pronto vemos a Casablanca asentado en una registro vocal de falsete, en el que reincide en piezas como la saltarina One way trigger , con una base de teclados que no se sitúa muy lejos de los éxitos de A-ha en los 80. La guitarra de Albert Hammond Jr. ocupa un segundo plano, como ocurrió en el anterior disco del grupo, Angles (2011). All the time evoca vagamente el rock anguloso que dio a conocer a The Strokes, como en 50/50 y Partners in crime , que conforman el triángulo más resolutivo del disco. Welcome to Japan se decanta por una dinámica juguetona de cierto riesgo y aguanta el tipo. En 80's comedown machine se impone un experimento climático con pocas consecuencias, y Slow animals refleja el perfil más intrascendente del trabajo. En la recta final, el repertorio se va deshinchando poco a poco con otra pieza de pretensiones atmosféricas, Changes , un Happy ending que promete convulsión pero que se diluye en el momento del estribillo y la, no le demos más vueltas, aburrida y, literalmente, excéntrica Call it fake, call it karma .

Sensaciones etéreas

Más allá de una descripción estilística del nuevo cancionero, Comedown machine transmite sensaciones etéreas y borrosas. Parece una obra en la que los implicados, simplemente, pasaban por allí. Un disco, por cierto, que aparece en el mercado con modales un tanto fantasmales: sin fotos nuevas de promoción, sin campaña de entrevista y ni siquiera planes de gira.

Se ha dicho que Comedown machine , por su dispersión y su desfile de ocurrencias inciertas, tiene más aspecto de disco en solitario de Julian Casablancas (relevo de aquel caprichoso Phazes for the young del 2009) que de obra de un grupo llamado The Strokes. Es posible, lo cual confirma un retrato de la banda degradado, donde todo está a expensas de un compositor con la cabeza llena de pájaros. También se ha afirmado que, ahora, a The Strokes, o los amas o los odias. Y aquí no podemos estar de acuerdo: Comedown machine no es un disco que pueda generar pasiones tan extremas, sino, más bien, una irresoluble tibieza. Es una obra, en cualquier caso, que no parece facturada por el grupo seguro de sí mismo que grabó Is this it?