Turquía, mitad Asia, mitad Europa. Estambul, caos por dentro y por fuera. Estambul Park, el páramo. Circuito estelar, cero expectación. Instalación modélica, obra, cómo no, del alemán Herman Tilke, íntimo amigo de Bernie Ecclestone, que ayer anunció haber adquirido el circuito, dicen, por 130 millones de euros.

El Mundial de motociclismo aterriza en un país, una ciudad y un circuito al que parece importarle bien poco que los gladiadores del asfalto se jueguen la vida en su pista. A más de uno de ellos, este trazado le trae malos recuerdos. Jorge Lorenzo rodó por los suelos tras dos triunfos consecutivos; Dani Pedrosa se cayó tras un enorme carrerón; y Valentino Rossi solo pudo acabar cuarto.

"Ya va siendo hora de ganar", dijo ayer Pedrosa. "La verdad es que le tengo ganas a esta carrera", añadió Lorenzo, "no solo para borrar el mal recuerdo del año pasado sino para sumar mi tercer triunfo, vital". El más hambriento es Rossi, al que ayer Ecclestone le perdonó no haber dado el salto a la F-1. "Nunca hablé con él de esa opción, pero sí me hacía gracia quitarle a las motos a su mito", bromeó el dueño del circo de las cuatro ruedas. "Me gustaría añadir Estambul a mi colección de victorias", comentó el heptacampeón del mundo, al que solo le falta ganar en Turquía y Laguna Seca (EEUU).

Parece que Yamaha quiere contribuir al grandioso gesto del campeón. De ahí que lleve a Estambul un motor mejorado para Rossi. "No crean que es nada del otro mundo, dos o tres kilómetros por hora más, pero buenos son", dijo Rossi.