La reaparición de Pasqual Maragall en la escena política no podía haber sido más impactante. Tras varios meses de silencio, el expresidente catalán ha realizado esta semana una sonora rentrée en tres actos, justo en vísperas electorales. En el primero, renegó del esfuerzo que costó la reforma del Estatut, de la que él fue impulsor y víctima. En el segundo, arremetió contra el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, por quien se siente traicionado y a quien acusa de haber abandonado el federalismo. Y en el tercero se despacha a gusto con su partido, el PSC, al que considera caduco y no menos desleal que Zapatero, y se declara "disponible" para contribuir a fundar un Partido Demócrata europeo.

La idea de crear un partido de nuevo cuño, a imagen de la organización homónima de EEUU, fue puesta sobre la mesa el pasado otoño por los italianos Romano Prodi (actual primer ministro, al frente de una coalición de centro izquierda) y Francesco Rutelli (exalcalde de Roma), amigos personales de Maragall. El catalán y el centrista francés François Bayrou fueron dos de los políticos europeos invitados por los italianos al cónclave de lanzamiento de la idea, celebrado el pasado octubre en Venecia.

"La política europea será cada vez más como la americana, con dos grandes partidos, pero que no son ya partidos de fidelidad ideológica, sino hacia posicionamientos globales. No nos encaminamos hacia fuerzas de carácter ideológico muy marcado, sino de grandes opciones estratégicas", asegura Maragall en una entrevista en la revista Avenç . También vaticina: "Imagino que en unos años habrá dos grandes partidos europeos, el Demócrata y el Popular. Creo que la idea de un Partido Demócrata europeo es una idea ganadora, creo que es el futuro".

NINGUNA NOVEDAD La atracción del expresidente catalán por ese modelo y su creciente aversión por el patrón clásico de la izquierda europea no constituyen ninguna novedad en su trayectoria política. Desde mediados los años 80, Maragall no se ha privado de teorizar en el PSC, --partido que aún preside pero en cuya dirección no conserva la mínima influencia-- en favor de un partido menos ideologizado, más abierto y plural, capaz de conectar transversalmente con todos los segmentos sociales, y en contra del modelo centralizado y disciplinado, tributario en buena medida de las estructuras leninistas.

Tampoco es nueva su tesis de que la globalización económica conduce de forma indefectible hacia la globalización política y esta, a su vez, lleva a los partidos a aumentar de tamaño para sobrevivir, igual que las empresas en el mercado global.