Pedir cita para acudir a la consulta de un dentista se convierte en un suplicio para buena parte de la población. Pocas visitas se hacen tan cuesta arriba como la de este especialista, que para casi la mitad de los extremeños se convierte en el protagonista de sus peores pesadillas.

Un reciente estudio realizado por la empresa Vitaldent, en colaboración con la Universidad de Santiago de Compostela, sobre prevención e higiene bucodental revela que los extremeños son los españoles que más temen ir al dentista. En concreto, 23,8% de los encuestados afirma tener pánico a este especialista, mientras que el 19% señala que tiene miedo.

Y es que la dentofobia es bastante común en los países desarrollados. No en vano, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la acaba de incluir oficialmente en su catálogo de enfermedades. Según los datos de este organismo, el 15% de la población sufre algo más que el mal trago que supone para la mayoría de los pacientes acudir al dentista, y para ellos la ansiedad, los sudores fríos e incluso las taquicardias forman parte de la visita.

Pero este miedo se puede mitigar, y en esta tarea el papel del odontólogo, y la utilización de técnicas de relajación juegan un papel fundamental. El objetivo es evitar que el temor sea un motivo para que el paciente descuide la salud de su boca evitando las visitas al dentista recomendadas por los expertos.

En el caso de Extremadura, el 66,7% de la población asegura que acude al dentista de forma periódica para realizarse revisiones. Un porcentaje similar de los encuestados señala que las visitas que realiza al dentista son suficientes y que están satisfechos con los cuidados recibidos.

Los extremeños, por otro lado, son los españoles que renuevan con mayor frecuencia su cepillo de dientes. Así, ocho de cada diez afirma que lo sustituye cada tres meses, y los restantes afirman que como máximo lo cambian antes de cumplir seis meses. Al mismo nivel que los extremeños se encuentran los cántabros y los castellano manchegos. En el lado contrario se encuentran los vascos, entre los que el 12% afirman que el cepillo les dura más de un año.