Brooke Astor, legendaria matriarca de la filantropía y la alta sociedad neoyorquina, habría cumplido ayer 107 años. Pero si su nombre volvió a resonar en la ciudad no fue por emocionados recuerdos sino por el inicio de un proceso legal que evidenciará que las miserias humanas no entienden de fortunas.

En el banquillo del Tribunal Supremo de Manhattan se va a sentar Anthony Marshall, el octogenario hijo de Astor, que murió en el 2007. Y es que el antiguo marine, que cumplirá 85 años mientras transcurre el proceso judicial y está operado del corazón, está acusado, con el abogado Francis Morrisey, de haber aprovechado que su madre padecía alzhéimer para cambiar su herencia y quedarse con su dinero. Además, Marshall suma otro cargo de hurto mayor por vender una de las pinturas de Childe Hassam de la colección de su madre quedándose una comisión de más de un millón y medio de euros, lo que le podría valer 25 años de cárcel.

CAMBIO EN LA HERENCIA El eje del caso será probar si Brooke Astor, una figura indispensable de la jet-set neoyorquina desde que en 1953 se casó en terceras nupcias con Vincent Astor, era competente cuando en el 2004 cambió su herencia, redirigiendo el dinero que iba a dar a causas benéficas a su hijo (fruto de su primer matrimonio).

Y el principal argumento de la fiscalía para perseguir a Marshall es que él mismo escribió en el 2000 una carta en la que describía el frágil estado mental de su madre.

Tabloides como el New York Post se frotan las manos ante un juicio que puede durar meses, "será rico en nombres en negrita e intrigas palaciegas y dirigirá los focos a los últimos dolorosos años de Astor". Y es que, tal y como salió a la luz hace un par de años cuando se inició la demanda, Marshall no solamente había mentido a su madre para usar su dinero, sino que la había desatendido, llegándola a hacer dormir en un sofá con orines.

La demanda contra el hijo de la filántropa la interpuso Philip, nieto de Astor, apoyado por personalidades como David Rockefeller y Henry Kissinger. Y la iniciativa llevó a que un juez nombrara a Annette de la Renta guardiana de la filántropa. Ahora la esposa del diseñador Oscar de la Renta está ansiosa porque se haga finalmente justicia, pero ni el miembro del clan Rockefeller ni tampoco el exsecretario de Estado parecen querer involucrarse del todo en la última batalla legal.