Antes que persona es un personaje de difícil clasificación. Isabel Pisano, uruguaya de nacimiento, chica de oro de la beautiful people allá por los 70, antes de que su marido Waldo de los Ríos, capaz de llevar a Beethoven a las discotecas, se pegara un tiro en su exclusivo chalet a las afueras de Madrid. Fue viuda inconsolable; mostró, atada y bien atada, su morbosa anatomía en la más malsana de las películas de Bigas Luna, Bilbao, y se hizo periodista, no del corazón o de papel couché, que era lo que le parecía destinado, sino reportera en conflictos bélicos --Líbano, Chad, Irak, Bosnia y Somalia-- para la televisión de Italia, donde se instaló. Hace unos años reveló una pasión secreta por Yaser Arafat y ahora en su décimosexta reencarnación --Pisano cree literalmente en ellas-- aparece como autora de una novela, El papiro de Sept (Ediciones B), con trama conspiranoide al estilo Dan Brown.

Lo de la conspiración lo vive muy intensamente esta mujer que, asegura, ha abandonado Italia porque se sentía en peligro. Su pasión por el mundo árabe nació en Irak, país al que, acabada la guerra con Irán, acudió en 1989. "Allí solo escuché cosas justas", afirma. Y algunos de los que las dijeron, príncipes y estadistas, Arafat incluido, cuenta, fueron sus amores.

Hay un hilo secreto que une el discurso de algunos de los últimos libros de Pisano, poco amiga de separar ficción y realidad. Su descreimiento de las versiones oficiales no tiene límites. En La sospecha, reflexión sobre el 11-S, apuntaba directamente a "Israel y a su brazo armado, Estados Unidos", como responsables del atentado. "Cuando vi las imágenes de la caída de las torres tuve la intuición de que estaban matando a su propia gente". El libro, dice, no lo escribió basándose en esa sensación, sino en documentación secreta. De ahí ha inferido, lo cuenta en Yo terrorista, que "hay un plan de aniquilación del mundo árabe".

SUPERPRODUCCION Parece difícil encontrar un argumento con mayor proyección, pero Pisano lo logra. En El papiro de Sept --"que he elaborado como novela para que no me dé problemas, pero todo lo que cuento es verdad"-- despliega su mayor superproducción. Se trata, nada menos, que del origen de la humanidad, investigado por una joven periodista. La resolución se encuentra, al parecer, en las tablillas cuneiformes de la Biblioteca de Bagdad destruidas oficialmente con fósforo blanco --"el mismo que utiliza el ejército israelí"--, señala.

Pisano sospecha que esas tablillas históricas se encuentran ahora en los más profundos sótanos de un museo neoyorquino. "No sé por qué Estados Unidos los oculta, pero es así". En la Biblioteca de Alejandría, Pisano tuvo acceso a un libro capital para desarrollar su teoría: "Definía a los faraones de la dinastía cero, como los que descendieron del cielo a la tierra. Ahí comprendí".