La matanza de ayer en Grozni, al igual que la toma de rehenes en el Dubrovka hace dos meses, sirve de recordatorio al mundo --ahora que las miradas se dirigen exclusivamente a Bagdad-- de esa guerra olvidada que se libra en Chechenia. Putin sigue empeñado en no querer hablar con Masjadov , a quien automáticamente atribuye la responsabilidad de todos los atentados, la tenga o no. El terrorismo es condenable, pero negar la evidencia en los conflictos políticos sólo ayuda a enquistarlos.