Poco a poco la gente va volviendo a pasar por el mercadillo de la ciudad. A pesar de las restricciones, las mascarillas y las altas temperaturas, caminar por el paseo que abren puestos de ropa, joyas y comida escuchando a viva voz los precios y las ofertas sigue siendo alentador.

Sin embargo, son muchos los comerciantes que tienen preocupación por el futuro de estos mercadillos. «La gente aún es reacia a venir. Tenemos todo desinfectado y hacemos todo lo posible por dar esa tranquilidad, sin embargo, vemos que se acerca mucha menos gente de lo que solía ser habitual», asegura el encargado de uno de los muchos puestos de ropa que se dan cita en el recinto ferial emeritense.

Las altas temperaturas son también un punto importante a tener en cuenta en esta situación. «Suelen venir por la mañana temprano, a primera hora del día, cuando el sol empieza a apretar sobre la media mañana ves que la gente ya se dirige más a sus casas que a pararse en los puestos», expone otro de los vendedores, esta vez de ropa interior tanto femenina como masculina.

A pesar que la mayoría de los puestos suelen ser fijos en el mercadillo de la ciudad, «conocemos a los clientes y los clientes nos conocen a nosotros, esa conexión se extraña cuando solo ves unas caras tapadas por la mascarilla, pero aun así intentamos seguir porque es la forma que tenemos de ganarnos la vida» ,exclama otro de los vendedores ambulantes, en esta ocasión de frutas y verduras.

Para los comerciantes, la vuelta paulatina está siendo complicada, pero también para los clientes. «Yo vengo todas las semanas, me gusta darme una vuelta y ver si hay algo que me guste. Coincidir con vecina o amigas que hacía meses que no nos veíamos o con los propios vendedores, que muchos ya nos conocemos de muchos años y muchas compras y parecen de la familia, es un síntoma de dar esa normalidad que queremos», sentencia una de las habituales clientas del mercadillo de los martes en el recinto ferial.

Sin embargo, no todos piensan así: «es la primera vez que vengo desde que llegó la pandemia y vengo con un poco de miedo» explica una vecina mientras se coloca la mascarilla y se ajusta los guantes tras su respectiva capa de gel desinfectante en la entrada al propio mercadillo. «Sé que ellos hacen todo lo posible por dar esa seguridad que se supone que existe, pero al fin y al cabo, en un mercadillo se tocan mucho los productos, sobre todo la ropa y lo que no es comida, para buscar el modelo o la talla que quieres, y ese es el problema, que yo no sé si toda la gente sigue los mismos criterios y tiene la responsabilidad que debemos tener» añade.

Curiosidad

Finalizando el recorrido por el mercadillo y mientras que el puesto de aceitunas y encurtidos no para de abrir género y atender a los clientes que respetan los turnos, a unos metros y a unos puestos de distancia, un puesto de pantalones vaqueros se hace llamativo. «Tenemos una zona de venta y otra de desinfección. La gente ve y se prueba la ropa y si no les queda bien o no les gusta, tenemos una zona donde desinfectamos a la vista de los vecinos y lo guardamos para que estén, como poco, durante dos días sin volver a ponerlo a la venta. Es lo máximo que podemos hacer para que la gente vea que nos tomamos las cosas en serio y que, al igual que en otros sectores, nos tenemos que ganar la vida de algún modo y darles seguridad», comenta el responsable del puesto.