Juán José Salas, vendedor de prensa, anunció su jubilación hace un año por estas fechas, pero un error de cálculo le obligó a permanecer al frente del kiosko municipal 365 días más. Ahora, ya jubilado, todo el mundo le echa de menos, porque con su marcha se ha esfumado también cualquier posibilidad de adquirir un periódico en Talayuela.

Salas, invidente desde pequeño, explotaba el kiosko municipal de Talayuela en el que, además de vender prensa diaria y revistas, distribuía el cupón de la ONCE. Con la debida antelación advirtió al ayuntamiento que se jubilaba el 31 de mayo, pero alguien debió echar su recado en el olvido. Del resto se encargaron las elecciones locales y autonómicas del 27-M, que paralizaron la actividad municipal.

"Esto es una maniobra de los socialistas, que después de perder las elecciones no quieren que nos enteremos de las noticias", decía un vecino con ironía. Nada más lejos de la realidad: solo faltó previsión.

Es cierto que el índice de lectura en Talayuela (10.000 habitantes) es bajo para su abultada población, pero también lo es que hay vecinos que no pueden pasar un solo día sin prensa. Desde el 31 de mayo, los propietarios de bares se turnan para desplazarse a Navalmoral en busca de la prensa de cada día.

"Los moralos no paran de hacer chistes de Talayuela, que se ha quedado sin comercios, sin una sola plaza hotelera y ahora sin kiosko", reflexiona otro vecino en la barra de un bar. Y es que hace poco más de dos meses cerró el único hostal del municipio y con él se fue cualquier posibilidad de alquilar una habitación en el pueblo.

El nuevo alcalde, Raúl Miranda, tendrá que ordenar la publicación de un pliego de condiciones para adjudicar la explotación del kiosko municipal, que después del parón post-electoral tardará en recuperar la clientela habitual de Juan José Salas, acostumbrada a unas promociones muy particulares. Poco antes de su jubilación, El Periódico Extremadura publicó una información en la que Matías Salas describía las hazañas de sus gallinas, que ponen huevos de cuatro yemas. Ese día, Juan José Salas, su primo, obsequió con un huevo a todos los que compraron esta cabecera de Grupo Zeta.