"Estamos muy contentos, no sólo por el anuncio del sobrino o sobrina". Así respondió el Príncipe Felipe, vestido con una elegante chaqueta de pana marrón, al embarazo de la infanta Cristina, anunciado pocas horas antes del inicio de su visita a Guadalupe. Siempre muy cerca de él, su esposa, doña Letizia, de negro completo en un traje de dos piezas a juego con el bolso. "Es una maravilla. Ya lo conocía de todas formas", dijo tras su visita al interior del monasterio.

Muy cercanos a los periodistas, la princesa miró a su marido cuando fue preguntada por la posibilidad de repetir viaje a Extremadura en el futuro: "Por supuesto que volveremos", aseguró. Pero la gran respuesta llegó cuando doña Letizia ya enfilaba la puerta lateral de la basílica: "Y ustedes, ¿para cuándo?", preguntó una periodista. "Todo llega", respondió.

Precisamente, las referencias a la descendencia de los Príncipes de Asturias fue uno de los comentarios que más se escucharon por parte de los asistentes al recibimiento en la plaza de Guadalupe: "Ojalá bautizaran a su primer hijo aquí", decía un grupo de vecinas de la localidad que esperaban nerviosas la llegada de Don Felipe y doña Letizia.

El cariño que el heredero de la Corona transmitió al público quedó patente a la salida de la basílica cuando cogió entre sus brazos a un niño. Fue el momento en el que el rígido protocolo se flexibilizó y en el que los numerosos medios de comunicación desplazados a la puebla aprovecharon para departir con los Príncipes.

Espera merecida

El frío de la noche en Las Villuercas no evitó tampoco que centenares de ciudadanos esperaran hasta las nueve de la noche la salida de Don Felipe y Doña Letizia del interior del monasterio. La comitiva había recorrido antes la basílica durante una hora para acercarse al tesoro extremeño que regenta la comunidad franciscana.

Fue una noche en la que la región demostró de nuevo su hospitalidad hacia la Casa Real y donde los habitantes de la comarca y los turistas pudieron acercarse a sus ídolos monárquicos de carne y hueso. Fue el inicio de una visita a Guadalupe en la que doña Letizia prometió que volvería a enamorarse de Extremadura.