El Periódico Extremadura

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Fernando Sosa.

Como al ruso en Rocky IV

He perdido el pelo y demasiadas primeras veces por el camino, pero he llegado a los 35 manteniendo intacto lo más importante: el superpoder de elegir. Así, mientras mis amigos encargan niños, yo, por ejemplo, me aseguro de tener alcohol en la nevera todas las noches. Entre trago y trago hago con que les escucho y me interesan sus dramas paternofiliales. Ellos no saben que, en realidad, solo me pregunto: ¿quién amanecerá más mojado: ellos o yo?

Este lunes, sin duda, fui yo. No hace falta ni que lo pregunte en el grupo de Whatsapp que tenemos. Ese grupo que, como nosotros, ha ido derivando en algo mucho peor de lo que fuimos. Ese grupo del que salgo y entro porque silenciarlo ya nunca es suficiente. Ese grupo en el que ya solo se habla de niños e hipotecas.

¡Cómo si fueran cosas diferentes!

Este lunes no les dije nada en toda la mañana porque estuve demasiado ocupado buscando al culpable que me había dejado empapado el colchón. Desperté y le busqué, como un loco, por todos los escondites de mi casa. Llegué a marcar el teléfono de la policía.

No fue hasta la tercera copa de vino cuando desperté: duermes solo, payaso, y has soñado que eras padre. Me he jurado no volver a leerles antes de dormir porque luego me pasan estas cosas: me meo en la cama.

Así, de repente, mientras cambiaba las sábanas con el sol de abril arañándome en la cara, me vi haciendo preguntas, que me desbordaban, al único que en mi estado podía respondérmelas: Google.

¿Por qué mi niña es incapaz de dormir más de dos horas seguidas por las noches? ¿Cuándo comenzará a andar? ¿Educación pública o privada?...

Me eché otra copa para rebajar la fiebre. No eran ni las dos de la tarde y ya había dejado todas las preguntas de lado y me estaba imaginando con ella, en el sofá, comiendo bocadillos de Nocilla mientras veíamos, una y otra vez, la saga completa de las películas de Rocky Balboa. Todo será negociable en su educación, me dije. Todo, menos esto. Asentí y sonreí. Vas a ser un padrazo, pensé.

Todo lo que necesita saber cualquier persona de la vida está en esas películas y yo me encargaré de enseñárselo. Volví a asentirme. Estoy orgulloso de ti, me dije mirándome al espejo.

También iré con ella, los domingos, al Príncipe Felipe y le hablaré de aquella vez en la que el estadio se llenó como nunca porque vino un equipo que era muy bueno, un gigante de esos que nadie cree que pueda caer.

Y le hablaré de cómo aquel Cacereño, aquella tarde, le hizo dudar al Córdoba de lo poderoso que era. Le hablaré del combate y de lo fuerte que pegaban los que iban de verde. De que hay que levantarse siempre una vez más de las que te caes y de que nada ha terminado hasta que no suena la campana. Le hablaré también de cómo uno de esos puños impactó con tal fuerza en el escudo del gigante que hizo que este sangrara por primera vez durante esta temporada.

--Como al ruso en Rocky IV, ¿verdad, papá?

--Golpe a golpe, pequeña. 

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