Llevamos años escuchando sobre la economía verde y circular, la industria 3.0 y la transición eco sostenible. Llevamos años escuchando proyectos que cumplen todos esos requisitos y que nunca llegaron. Llevamos años viendo como las cigüeñas, las grullas o los galápagos frenaban proyectos que cambiarían nuestra tierra, aunque quizá solo fuera una excusa. Llevamos años en los que el progreso pasaba siempre a nuestro lado, pero nunca se quedaba en Extremadura.
Industrialización. Sin adjetivos. Sin el verde que intenta darle color a algo que lo que hace es pintar de colores el futuro de tantos. Sin el circular que parece querer aplicar movimiento a aquello que hace andar a los que llevan tantos años parados. Sin el 3.0 que carece de sentido cuando por aquí no vimos ni el 1 ni el 2.
Industrialización. El punto común de inicio de todas las sociedades con mayor nivel de progreso y bienestar, y también de aquellas que más respetan el medio ambiente destinando mayores recursos a su preservación.
Industrialización. Así se refirió por primera vez ayer el gobierno de Extremadura a sus planes para el futuro de la región tras el anuncio de la llegada de la inversión del grupo chino Envision a Navalmoral de la Mata.
Porque sí, tenemos sol, agua y miles de kilómetros cuadrados disponibles que hacen de Extremadura un lugar privilegiado para el desarrollo y las oportunidades. ¿De qué nos sirven los mejores embalses del continente, con múltiples banderas azules si nuestra legislación impide su desarrollo? Podríamos tener lagos con una economía alrededor como los suizos, pero nos lo negamos a nosotros mismos.
¿De qué nos sirven todas esas horas de sol si solo se instalan parques fotovoltaicos que además de dañar nuestros paisajes, e inhabilitar la tierra para cualquier otra cosa, no nos dan más que un par de puestos de trabajo cuando finaliza su instalación?
Querer nuestra tierra es querer mantenerla viva, y la vida está donde hay familias, donde hay niños y donde hay esperanza. Todo eso está donde hay trabajo, donde hay oportunidades y donde hay progreso. Y todo eso viene en un primer momento con la industrialización. Nosotros nos hemos perdido dos, íbamos camino de perdernos la tercera y este anuncio parece que puede cambiar esto. Ojalá sea así, pero hay mucho camino que andar.
La llegada de la planta de baterías china no debe verse como el final del camino, sino como el detonante de un cambio de modelo y de políticas en nuestra tierra. Debemos ser los dueños de nuestro destino, que las decisiones no nos lleguen impuestas y podamos negociar en una situación ventajosa. Y sí, eso también incluye los recursos naturales sobre los que estamos sentados.
Tenemos la fortuna de tener en abundancia el petróleo del siglo XXI, y sin duda este será extraído para cubrir una demanda mundial cada vez más grande. De nosotros depende sentarnos en esa mesa a negociar con una posición de fuerza o dejar el tiempo pasar y que una directiva europea nos obligue a sacarlo con unas condiciones ya dictadas.
De nosotros depende aprovechar la llegada de esta industria para lograr un efecto llamada que multiplique sus beneficios o conformarnos con ser una vez más simples espectadores.
