El Periódico Extremadura

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Fernando Valbuena

A la intemperie

Fernando Valbuena

De bandera (y banderillas)

Miguel Celdrán dejó, con razón, el asunto de la bandera en vía muerta

De bandera (y banderillas). SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Y el viento derribó el mástil. Lo vi como si estuviera allí. Cuando ocurrió, alguien tenía un móvil con cámara a mano (hecho sorprendente, sin lugar a dudas). Y con el mástil, cayó la bandera. Una bandera de bandera. Llovía a chorromorro, que se decía cuando yo era niño allí donde yo era niño. No sé por aquí. Supongo que llover llovería (aunque a nosotros solo nos llegaban tristes imágenes de sequías perpetuas). Supongo que sí. Aunque antes todo era distinto. Para empezar, no había tanto cameraman. ¿Se dice cameraman? ¿Cuál es el plural de cameraman? ¿Cameramen? Sería conveniente nombrar una comisión para que lo resuelva (o no). Ya lo decía Napoleón. ¡Mira que era listo Napoleón! Mejor camarógrafo. Sí, mejor. Al fin y al cabo, la RAE también es una comisión (campanuda, pero comisión).

Y sí, antes todo era distinto. Antes había tendencia a morir y a matar por la bandera (al menos cuando solo había una). He leído que, según una reciente encuesta, los españoles ya no estamos dispuestos a morir por la patria. Si Napoleón dijo aquello de «si quieres que algo se demore eternamente, nombra una comisión», Horacio escribió «dulce et decorum est pro patria mori». Y me lo creí. Y lo sigo creyendo. De la mili escapé por cegato. Digo escapé porque tampoco oculté la tara. Me escapé, y llevo años durmiendo con los remordimientos; antes de acostarme me tomo una onza de chocolate y, en eso, cierro los ojos de placer (y de remordimiento). Antes todo era distinto. Así que aquí sigo, por si mis despojos, aún con vida, pudieran ser entregados en el altar de la patria. Ya saben, unos ponen la patria en la ropa tendida, otros, cada vez menos, la ponemos en la bandera.

El caso es que, caída la bandera, y lloviendo a chorromorro, vino uno y se la llevó. Y lo filmaron; porque ya saben que en cada uno de nosotros habita un camarógrafo. Camarógrafo… ¡qué lindo palabro! Supongo que de ser chatarrero se hubiera llevado el poste, que vale más (más cuartos, quiero decir). De ser chatarrero y de no ser dado a cumplir las leyes de Dios (ni las de los hombres). Pero se llevó la bandera, así que, llovía dentro de mí cuando se me nubló el alma… porque en los pliegues de una bandera está la vida que compartimos… Al menos eso creía yo (y sigo creyendo, no crean que me he bajado del burro).

Horacio escribió «dulce et decorum est pro patria mori». Y me lo creí

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Badajoz, por ejemplo. Vive Dios que cada vez admiro más a Miguel Celdrán. Dejó el asunto de la bandera en vía muerta… con razón. Y Fragoso tomó nota. ¿Acaso vamos a discutir por el color de una tela que aún no es bandera? Las banderas se levantan sobre emociones compartidas. Algún día, en alguna barricada de la Historia, alguien levantará una tela, y, empapada en el trémolo del sentimiento, será bandera. Mientras tanto, comisión va, comisión viene. Y solo tela, tela nada más. Si me piden opinión les diré que… ¿No? ¿No les interesa mi opinión sobre cómo debiera ser la bandera de esta ciudad asomada a sí misma desde la alcazaba, desmochada de cruz, que palpita en el corazón de su gente? ¿No? ¡Hacen bien! Ya lo decía el abuelo de mi amigo Felipe Albarrán, Don Felipe Vargas-Zúñiga, que no tenía las letras de Horacio, si siquiera las armas de Napoleón, pero tampoco era zote: «De quien expone su culo al concejo, unos dicen que es blanco y otros negro». ¡Soberbios endecasílabos! Pues eso. Blanco o negro. Blanco y negro. En fin… algún día, en alguna barricada de la Historia, ya no será tela, que será bandera. Aunque para entonces nosotros hayamos muerto…

*Abogado

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