Opinión | Es decir

Lo que es la demagogia

Nunca hay que perder la esperanza con la demagogia. La semana pasada, en el debate sobre la ley de la vivienda, el senador popular Pedro Rollán subió a la tribuna y dijo: «Los cimientos de esta ley se levantan sobre las cenizas del atentado de Hipercor que dejó 21 muertos, sobre los escombros de la plaza República Dominicana donde fueron asesinados 12 guardias civiles y sobre los hierros retorcidos de la casa cuartel de Zaragoza». Aunque hiperbólica, fue una demagogia elaborada (vivienda, cimientos, escombros), que al senador Rollán le llevaría tiempo. No fue súbita ni espontánea, sino que el debate sobre la vivienda le sirvió para hablar de las listas de Bildu (o sea, de ETA) como le podía haber servido el debate sobre la ley general tributaria.

"El debate sobre la vivienda le sirvió a Pedro Rollán para hablar de las listas de Bildu (o sea, de ETA)

Una campaña electoral sin demagogia no es una campaña electoral. De hecho, la duda, tras once días de campaña y varias semanas de precampaña, es cuál elegir, si la demagogia cuya finalidad es «tratar de conseguir o mantener el poder», definición del DRAE, o la demagogia cuyo objetivo es «conseguir el favor del pueblo», definición del Espasa-Calpe. Ambas, por supuesto: porque no es tanto el propósito -sea el poder, sea el favor del pueblo- como los medios para alcanzarlo. Y en esto difieren: la que pretende el favor del pueblo incluye el «uso político de halagos, ideologías radicales o falsas promesas», mientras que la que procura conseguir o mantener el poder sustituye «promesas» por «concesiones» y no menciona ideologías radicales.

Respecto a ideologías radicales, por cierto, parece inevitable pensar en el exvicepresidente del Gobierno y su alarmismo de estos días, que es también demagogia: Pablo Iglesias ha denunciado que «la derecha con sede en Madrid, que no es solamente derecha política», está «articulando un golpe de Estado». Lo cual sería grave si lo que dice no tuviera traducción: a saber, que Ayuso quiere derrotar a Podemos.

Definidas las demagogias, ¿en qué se piensa cuando se piensa en las 93.000 viviendas prometidas, por ejemplo? Sin duda, en conservar el poder, puesto que las ha prometido el presidente del Gobierno. Por el contrario, si se piensa en la revocación del sanchismo, ¿en qué se piensa sino en obtener el favor del pueblo, o sea, sus votos, ya que tal es el propósito del presidente del Partido Popular, derogar el sanchismo, un lema electoral que va camino de convertirse en súplica? Tanto la propuesta de Núñez Feijóo como la promesa o promesas de Sánchez pertenecen al género de la demagogia clásica, la que no falta nunca en periodos electorales. Y lo mismo ocurre con los halagos, sea a los viejos (cine a dos euros los martes) o a los jóvenes (el Interrail europeo).

Demagogia es también, por último, decir o escribir «acusó al Gobierno por sacar adelante leyes con Bildu» en lugar de decir o escribir «acusó al Gobierno por haber pactado con Bildu». Sutil eufemismo, sutil demagogia de los medios, que también incurren, naturalmente, cada cual por su lado. Justo la sutileza que no tuvo el senador Rollán, a quien no le habría hecho falta invocar Hipercor, la plaza República Dominicana o la casa-cuartel de Zaragoza para criticar el pacto del Gobierno con Bildu, sino que le habría bastado con el feliz hallazgo verbal que dijo también en su intervención: «Lo suyo, señorías, es un pacto a prueba de bombas». Touché!

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