Café filosófico

Demonizar el móvil

El Ministerio de Educación, reconvertido en Ministerio del Interior, recomendará que los docentes, en lugar de educar y acompañar, se dediquen – más aún – a vigilar y apercibir

Una joven usa el móvil.

Una joven usa el móvil.

Víctor Bermúdez

Víctor Bermúdez

Se veía venir y ha venido. La insistente presión de varias plataformas de padres y madres, organizados en frenéticos grupos de wasap y alarmados por el mismo frenesí mediático que creen ver en sus hijos, han forzado a la ministra de Educación a cambiar su posición con respecto al asuntodel móvil en colegios e institutos. Donde antes se decía, con tino, y de acuerdo con la OCDE, que hay que educar en su uso, ahora se dice que de educar en centros educativos nada, que lo de los padres conectados por móvil contra el móvil es más juicioso, y que donde esté una buena prohibición que se quiten todas las tonterías. ¡Ya aprenderán cuando sean mayores de edad! ¿Dónde? No se sabe. En la universidad, en el curro, en la calle…

Así que ya saben, el Ministerio de Educación, reconvertido en Ministerio del Interior, recomendará que los docentes, en lugar de educar y acompañar, se dediquen – más aún – a vigilar y apercibir. Y ojo que la prohibición no será solo en las aulas (donde ya existía), sino en patios, recreos, pasillos, cafeterías y comedores. No se podrá ir a mandar un mensaje ala/el churri o la madre de uno/a ni a la misma puerta (esa en las que aún se echan el pitillo a escondidas los profes más disolutos).

Y hablando de puertas, nada de ponérselas al campo, como dijo, insegura, la ministra hace unos meses. Para conseguir lo que quieren los padres basta con amenazar un poco más a niños y adolescentes (que, como el papel, lo soportan todo) e instalar inhibidores de frecuencia para que nadie use internet salvo con permiso del director. También sería útil formar brigadas mixtas para requisar móviles en los baños. O tener alumnos infiltrados que diesen información mediante móviles ocultos. Y, por supuesto, instalar cámaras en los pasillos, para que así podamos, como en China, quitar puntos (en nuestro caso con rúbricas, para dar un toque innovador) al alumnado que no se comporte como debe.

Es cierto que algún alumno o alumna podría alegar que está haciendo un uso educativo del móvil (escuchando música, buscando información, mirando un vídeo educativo…), pero ¿quién se va a fiar de ellos? Seguro que la mayoría solo lo quiere para acosar a sus compañeros, ver porno o jugarse al póker el dinero de la merienda. Así que nada, a prohibir su uso recreativo en el recreo. ¡Además, qué a la escuela no viene uno a divertirse, sino a aburrirse y a sufrir! Y si quieren diversión que jueguen al corro de la patata o a pegar balonazos, que es mucho más sano, básicamente porque es la forma en que nos entreteníamos los que tenemos la sartén por el mango para definir lo que es «sano» (es decir, «bueno», pero con ese soniquete científico-médico que epata a los tontos del bote).

Tranquilos, chicos, que todo será por vuestro bien; algo que esos padres y madres que han torcido la voluntad de la ministra conocen mucho mejor que nadie. Para eso se pasan todo el santo día wasapeando sobre el tema

Y charrando de tener la sartén por el mango. ¿No deberían los profes y el personal no docente dar ejemplo, y dejar también de utilizar el móvil durante la jornada lectiva? Porque si, como wasapean papis y mamis, y defienden opinadores de toda especie, el móvil resulta tan lesivo para la sociabilidad, la concentración y la pureza moral, ¿no sería mejor promover el control de su uso en salas de profesores, departamentos y dependencias varias? Y ya puestos, y para ser aún más coherentes, ¿no tendríamos que reconvenir también a todos esos ciudadanos que usan«obsesivamente» su móvil por la calle, en el metro, en la sala de espera o hasta en el mismísimo Parlamento (siempre que no esté hablando el jefe)? ¿No dan un pésimo ejemplo a nuestra maleable juventud?

Una juventud a la que, como es habitual, nadie ha preguntado nada, y a la que nos hemos limitado a tachar de adictos, como si por hacer cientos de cosas en el móvil fueses un pobre loco, y por hacer una sola (babear) ocho horas ante la tele, o pasarse el día entero en el bar, el gimnasio o el trabajo, fueras un adulto «sano»y con licencia para prohibir. Pero ya ven, quien manda,manda. Y pese a que los estudios científicos no son en absoluto concluyentes, están llenos de mil matices, y advierten de que la prohibición impide una alfabetización digital crítica, debilita a los niños frente al mundo que les toca vivir, y les obliga a mentir y a usar el móvil a escondidas, las soluciones simples y tajantes enardecen a la gente, siempre necesitada de panaceas y chivos expiatorios.

Así que ya sabéis, niños y no tan niños, los sabios consejeros de todos los reinos, «aplicando una estrategia de bienestar emocional» (lo ha anunciado la consejera de Educación asturiana, pero podría haberlo dicho Xi Jinping o el Gran Hermano de Orwell), van a prohibiros chatear, hablar, jugar, oír música, ver vídeos, informaros, leer, consultar vuestra agenda y revisar vuestros correos, durante vuestro (escaso) tiempo de ocio en los centros, que tendréis que ocupar de manera más «sana» (ya os dirán los «sanatólogos» cómo). Pero tranquilos, que todo será por vuestro bien; algo que esos padres y madres que han torcido la voluntad de la ministra conocen mucho mejor que nadie. Para eso se pasan todo el santo día wasapeando sobre el tema.

* Profesor de Filosofía

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