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Fachosfera

El término de fachosfera tiene más enjundia y calado que los epítetos denigrantes que arroja el PP a las izquierdas

El líder de la oposición durante una intervención.

El líder de la oposición durante una intervención. / EL PERIÓDICO

Mario Martín Gijón

Mario Martín Gijón

A principios de esta semana, provocó cierto revuelo Pedro Sánchez al hablar de la “fachosfera”, refiriéndose al conjunto de medios de derecha y extrema derecha (difícil ya distinguir donde termina una y empieza la otra) que pone todos sus esfuerzos en debilitar y derrotar al gobierno, por todos los medios posibles. Poco después, Núñez Feijóo, con el trazo gordo y la piel fina que suele caracterizarlo, respondió acusando al presidente de haber insultado a millones de personas por, según él, haber llamado “fachas” a todos los votantes de su partido y del partido hermano (o hijo), es decir, Vox. Según parece, es menos grave llamar hijo de puta al presidente del gobierno. 

El término de fachosfera tiene más enjundia y calado que los epítetos denigrantes que arroja el PP a las izquierdas. En su famosa trilogía Esferas, el filósofo alemán Peter Sloterdijk utilizaba esa imagen (que ya usara quince años antes el pensador franco-uruguayo Albert Caraco, pero casi nadie lo leyó) para explicar cómo funcionan los espacios de sociabilidad humana. Con la diferencia, en el mundo actual, de que esta esfera es cada vez más independiente de la realidad física, pues se conforma sobre todo en el mundo virtual en base a nuestras filias y fobias, gracias a los algoritmos que, en lugar de crear esa aldea global cosmopolita que nos anunciaban en los inicios de internet, lo que forma es un mundo aldeano, o pueblerino en el peor sentido, donde los horizontes de cada uno son cada vez más cerrados y donde los odios se retroalimentan con unos prejuicios que nadie rebate y, si así fuera, lo bloqueamos ofendidos. 

Si todavía en la elección presidencial entre George Bush padre y Bill Clinton, este pudo espetarle al primero que “es la economía, estúpido”, hoy asistimos a un periodo de reideologización que no hace presagiar nada bueno. El PP acostumbraba a vender el argumento de que el PSOE traía la ruina, y en cambio ellos sabían dinamizar la economía (aunque fuera con medidas a la larga tan desastrosas como la liberalización del suelo o la venta de empresas públicas); hoy ve que, en el terreno de la economía, el gobierno les ha dado unas cuantas lecciones. Con unas cifras de empleo cada vez mejores, sueldos más altos y un crecimiento por encima de la mayoría de países europeos, la derecha no puede sino acudir a los clásicos, el peligro de que se rompa España por culpa de los nacionalismos periféricos. Para colmo, y frente a la corrupción generalizada de los gobiernos del PP, al actual gobierno de coalición de izquierdas no han logrado sacarle ningún escándalo que les pudiera echar una mano. 

Pero en la fachosfera, es decir, en el universo mental del que se alimentan quienes solo siguen cuentas de twitter y medios de derechas, España no es un país que tenga unos cada vez mejores índices económicos y de calidad de vida, sino un país en riesgo porque lo gobierna un desaprensivo dispuesto a todo por mantener el poder.

¿Hay también una “progresfera”? Seguramente, aunque menos concentrada y más permeable a la realidad. Hay una porción de población que percibe la realidad con las anteojeras de un feminismo maniqueo y simplificador, de un ecologismo de salón, o de un buenismo que cierra los ojos a aspectos problemáticos de la inmigración, pues abordarlos cree que sería fortalecer a la derecha. 

Pero la fachosfera juega con ventaja: los medios de derechas siempre tienen más dinero detrás. Un diario como La Razón sería inviable si no fuera del Grupo Planeta. El paisaje mediático no refleja la realidad social y no digamos ya en países menos desarrollados como Perú, donde pueden acorralar a un presidente de izquierdas y hasta favorecer un golpe de estado sin que apenas nos enteremos. Hay gente que vive muy cómoda en su burbuja, o en su esfera. 

* Escritor