Opinión | Desde el umbral

Durabilidad

PUNTO LIMPIO CON ELECTRODOMESTICOS VIEJOS .

PUNTO LIMPIO CON ELECTRODOMESTICOS VIEJOS .

Vengo hoy, queridos lectores, a referirme a la calidad de los aparatos electrónicos y digitales, de esos cacharros de todo tipo que vamos adquiriendo para acondicionar y dotar una vivienda, para un uso comunal o personal o para el desempeño de una labor profesional. Y lo hago porque cada vez tengo más interiorizada la idea de que, a pesar de los avances tecnológicos y de las enormes posibilidades con las que se cuenta para el acceso a todo tipo de materiales y componentes, y conforme pasan los años, nos encontramos con que esos aparatejos presentan unas peores condiciones de calidad y, por tanto, de durabilidad. A menudo, su aspecto es más robusto y cuentan con un diseño mucho más atractivo. Pero, al mismo tiempo, se ven afectados por numerosas averías que, en muchas ocasiones, resultan tan costosas de reparar que acaban por no acometerse, procediendo, inmediatamente, a la sustitución o compra de nuevos cachivaches con los que se inicia, de nuevo, el proceso, con mayor o menor fortuna. Algunos achacan esta dinámica al consumismo o al sistema capitalista. Pero, aunque todos los parámetros que se puedan barajar merezcan un estudio previo antes de un descarte de teorías, tengo para mí que todo esto tiene más que ver con un menor esmero o cuidado en la fabricación de los productos, con la deficiente calidad de los materiales utilizados, con la dependencia de lo electrónico frente a lo mecánico, con la laxitud en los controles de calidad, con obsolescencias programadas, con la ausencia de un compromiso no solo legal, sino, principalmente, moral con los clientes y, también, por qué no decirlo, con el poco mimo con que alguna gente trata las cosas. Porque una parte muy importante de estos problemas parece tener su origen en el modo o la manera de confeccionar los distintos chismes. Pero la constatación de esta realidad no debe opacar el poco valor que algunos le confieren ya a casi todo.

Hace no tanto tiempo, la compra de ciertos aparatos era, en sí, todo un acontecimiento. Piensen en aquella primera televisión, aquel primer ordenador personal o, qué sé yo, el primer lavavajillas o lavadora

Porque, hace no tanto tiempo, la compra de ciertos aparatos era, en sí, todo un acontecimiento. Piensen en aquella primera televisión, aquel primer ordenador personal o, qué sé yo, el primer lavavajillas o lavadora. Ese tipo de adquisiciones eran un motivo de celebración o festejo en nuestro pasado reciente, Sin embargo, ahora, hay muchas personas que, aunque económicamente no puedan permitírselo, se endeudan para adquirir no ya un electrodoméstico, u otro aparato de uso compartido en el hogar, sino algo más particular, y para nada esencial, como el último modelo de móvil con un precio disparatado. Será el sino de nuestro tiempo, pero, ni los aparatos deberían durar tan poco, ni los consumidores deberían tener esa necesidad de aparcar anticipadamente lo que aún funciona y presta un servicio correcto. A veces, resulta todo un poco delirante si nos detenemos a pensarlo sosegadamente, ¿verdad?

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