Esto hemos dicho siempre de los coches, motocicletas y demás vehículos a motor. Lo cual es razonable dadas las estadísticas de accidentes de tráfico, cuyas cifras continúan siendo excesivamente elevadas. Lo que no está muy claro es quién en realidad mata, si las máquinas o los humanos que las conducen.

Esta semana, en la ciudad de Plasencia, se ha detenido y condenado a una pena de cuatro meses de prisión y trece de retirada del carné de conducir a un joven de veintitrés años, por un delito de conducción temeraria al haber circulado con una persona sobre el capó de su coche, quien ha reconocido lo ocurrido manifestando en su declaración «que un amigo se subió al capó del vehículo e inició la marcha, haciendo un recorrido aproximado de unos cuatrocientos metros por distintas calles del barrio».

Sin duda, una gran hazaña que, al menos esta vez, no ha quedado impune, pues por cuántas otras no se atrapa al infractor o ni siquiera se denuncian.

Para muchas personas de todas las edades, entre ellas jóvenes e incluso menores, la vida se desarrolla de adicción en adicción: sexo, drogas o juego llevan aparejadas nefastas competiciones para conseguir ser el más rápido y mejor, según los cánones establecidos socialmente y el tipo de práctica claro está, jugando a juegos tan peligrosos como El Muelle o Ruleta Sexual, que implica un alto riesgo de enfermedades de transmisión sexual además de posibles embarazos, o la última moda entre adolescentes, consistente en fumar porros de manera compulsiva hasta lograr el mayor cuelgue posible. Teniendo en cuenta que la pureza del hachís ha aumentado del cinco al quince por ciento en la última década, es mucho más preocupante.

Pero como aún no les parece suficiente, además, lo graban con sus teléfonos móviles y lo suben a las redes para que todos sepan de sus heroicas gestas, a modo de fardar ante sus iguales y satisfacer su ego, sin pensar en las consecuencias de sus actos, demostrando el grado de inmadurez, ausencia de valores y nula educación.

Hemos perdido el control de muchas cosas, pero lo más grave es que también hemos perdido el control de nosotros mismos. Sin sentido común, no somos más que animales salvajes con poder, capaces de aniquilar su propia especie, cosa que en el reino animal no se da de ninguna de las maneras.