CONTRA DE SEXTA

A propósito

Rosa María Garzón Íñigo

Un día, un mes, un año más… Pareciera que el cambio de anualidad hubiéramos de tomarlo como un antes y un después. Como ese momento aparentemente idóneo para llevar a cabo todos esos propósitos que, por supuesto, también debemos de marcarnos para cambiar y ser mejores personas en el ámbito que sea y así, empezar renovados como quien renace a una nueva vida siendo un ser nuevo, o, al menos, diferente y capaz de dejar atrás todo lo negativo o malo que carga en su mochila vieja, para cambiarla por una nueva y mejor, impoluta y lista para ser estrenada, a la vez que nos deshacemos de la raída que contenía un peso que dejaremos en ella al comenzar a usar su reemplazo, para meter en la suplente solo cosas buenas y positivas, sin más y así de fácil, como si eso fuera tan sencillo…

Tras los buenos deseos navideños a diestro y siniestro y ocurra lo que sea que esté ocurriendo o haya ocurrido en la vida de cada individuo, como despedir a un ser querido el último día del año, uno como otro cualquiera para la muerte que, desconsiderada, no mira la fecha en el calendario para hacer acto de presencia, la sociedad nos atiborra a mensajes en los que las indicaciones de cómo lograr tus objetivos saturan las redes sociales y los noticieros, olvidándose del proceso personal de cada quien, sin tener en cuenta por lo que estés pasando o saber si estás preparado para llevarlo a cabo.

Porque lo importante es desintoxicarte con ese batido que tiene que saber a rayos, pero que, en cuanto lo tomes, notarás los efectos. Vamos, que es posible que necesites un baño bien cerquita, aunque lleves días eliminando naturalmente los restos de las copiosas comilonas o los de las medicinas que has tenido que tomar por la maldita gripe de la que pocos están escapando.

El caso es que como lo queremos todo y lo queremos ya y como el descuento diferido nos hace devaluar el valor de lo que deseamos, en proporción al tiempo que tardamos en conseguirlo, es posible que las buenas intenciones se queden en eso, en intentos con fecha de caducidad. Pero por soñar despierto, que no quede.

Y es que, si nos paramos a pensar un poquito, ¿de verdad necesitamos proponernos leer más?, cuando hacerlo solo puede ser por placer y no por obligación y de sobra es sabido que todo lo que es obligado conlleva una agravante para su consecución, pues nada impuesto puede reportar la misma gratificación que si fluye de forma natural y solo porque te lo pide el cuerpo, la mente o el corazón.

Sin embargo, siempre nos quedará, si la tenemos, la fuerza de voluntad. Esa poderosa palanca que te sostiene cuando ya no puedes más, pero te exiges ese poquito extra para alcanzar la meta o acercarte otro tanto a ella y que, casi siempre, suele estar detrás de la mayoría de nuestros más importantes éxitos. Puede que ese sea uno de los principales ingredientes de la fórmula secreta para la consecución de objetivos real: perseverar hasta adquirir la automatización necesaria para adquirir un hábito, que facilite lograr lo que nos propongamos o llegar un poco más lejos de donde estábamos antes de ponernos a ello. Pues, según los estudios, parece que es más fácil iniciar algo nuevo, que dejar de hacer lo que ya hemos incluido en nuestro ser, por costumbre.

Esperemos que la intención se convierta en hecho y no solo porque la fecha imponga el cambio, porque el paso del tiempo y la vuelta a la rutina poco a poco, convierten los días en una jornada más en el calendario como otra cualquiera que, sin esa auténtica voluntad, hará que, más pronto que tarde, la cabra tire al monte y no precisamente de forma literal para hacer ejercicio sano, sino todo lo contrario.