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Las vidas del rosa: de color de lo cursi a aliado del feminismo y del frenesí consumista

Tras la explosión de la película ‘Barbie’ este tono está en todas partes

La película ’Barbie’ ha desatado la pasión por el color rosa.

La película ’Barbie’ ha desatado la pasión por el color rosa. / D. R.

Abel Cobos

Igual que hizo el mago de Oz con las gafas de filtro esmeralda, la película ‘Barbie’ ha logrado que ahora llevemos unas gafas para ver fucsia la realidad. Tras la explosión de este nuevo fenómeno, el color rosa está en todas partes, a pesar de que hasta -no hace tantos años- estaba asociado a la cursilería, lleno de estereotipos, y próximo a esa feminidad caricaturizada de la cual tantas mujeres han querido alejarse.

Las marcas de moda han aprovechado la tendencia para apostar por el rosa y normalizarlo

Pero no siempre ha sido así, sino que el rosa se convirtió en un color con género (el femenino) tras la segunda guerra mundial. Entre otros muchos motivos, por el ‘boom’ del cine, la publicidad y el capitalismo más vibrante, con estímulos constantes en color, que dieron alas a un rosa lleno de vida que, al ir vestido por mujeres icónicas, se asimiló con todo el género. 

La periodista y experta en moda Elena Muñoz, recuerda algunos de estos eventos que pusieron el rosa en el mapa de la feminidad. Por ejemplo, la colección ‘shocking pink’ de Elsa Schiaparelli, que inspiró a diseñadores, y cuyo color insignia fue usado por el icónico vestido de Marilyn Monroe en ‘Los caballeros las prefieren rubias’.

Marilyn, con el vestido rosa fucsia subastado, en 'Los caballeros las prefieren rubias'.

Marilyn, con el vestido rosa fucsia subastado, en 'Los caballeros las prefieren rubias'. / Archivo

También contribuyeron Audrey Hepburn, con su vestido de novia rosa (para su segundo matrimonio), Brigitte Bardot, Mamie Einsehower e, incluso, Jackie Kennedy, que llevaba su mítico traje rosa cuando su marido fue disparado. 

Según Dominique Grisard, historiadora y especialista en género, el color rosa, históricamente, evoca la juventud, la vivacidad y la fuerza, debido a su intensidad. Sin embargo, "en Occidente", remarca, al color rosa se le ha asignado el género femenino y se ha usado para, desde bebés, imponer de forma sutil la diferenciación de género y la autoconsciencia de la propia identidad sexual. Es decir, el rosa ha servido, para desde pequeñas, enseñarles a las mujeres que son mujeres: con toda la carga social que eso conlleva. Claro, de forma inconsciente. 

Occidente ha usado durante años el rosa para imponer de forma sutil la diferenciación de género y la identidad sexual

Es por esto por lo que, durante tantos años, al rosa se le ha negado su vivacidad, y se le ha dado una descripción más denostada, con adjetivos que orbitan el espectro de la superficialidad, la banalidad y la cursilería. Muñoz, asegura que, como históricamente todo lo entendido como femenino se ha mirado por encima del hombro, cuando el color rosa fue adjudicado a las mujeres, pasó a ser percibido como bobo, infantil y poco profundo. 

A lo largo de los años, en las ocho décadas que nos separan de la segunda guerra mundial, el rosa ha pasado por muchas vidas, por supuesto. Grisard cita muchísimas de las polémicas que lo han envuelto. Como convertirse en un color con una carga erótica que, usado en las niñas, ha servido para sexualizarlas desde pequeñas (mírense los motivos de las adaptaciones de ‘Lolita’). También, se le ha acusado de ser un color que podía feminizar a hombres (porque, como durante los campos nazis a las personas ‘queer’ se las señalaba con un triángulo de este color, el rosa es el anticristo de la masculinidad). 

El feminismo ha recuperado el rosa como color identificativo de sus luchas

Pero desde hace una década, esta dinámica se ha invertido. El rosa ya no es este color cursi del cual las mujeres inteligentes deben huir. Estamos en plena era de renacimiento y reapropiación del color, gracias, sobre todo, a los movimientos feministas globales que han aprovechado el tándem rosa-feminidad para establecerlo como color identificativo de sus luchas (un par de ejemplos, los 'pussyhats' feministas contra Donald Trump, o los 'sarees' rosas de las manifestaciones contra la violencia de género en India), y a los grupos 'queer' que usan el triángulo nazi rosa como memoria de las víctimas y luchas LGTBI. 

Al final, esta reapropiación ha servido para que marcas se atrevan a jugar más con el color y normalizarlo en muchos armarios. "Ya no es un color tan infantil, ahora tiene cabida en espacios más serios, como demuestran, por ejemplo, los trajes de la reina Letizia", detalla Muñoz. Incluso ha logrado lo impensable: hacerse un hueco en colecciones masculinas sin que los hombres heterosexuales que las visten sientan que la feminidad del rosa se cuela por sus poros como si fuesen estrógenos. 

Pero acompañada a esta normalización del rosa, llega otra polémica: la capacidad engullidora del capitalismo. El investigador en género Kévin Bideaux, explica que, a través de celebridades como Nicki Minaj, Miley Cyrus, Rihanna o, más recientemente, ‘Barbie’, el mercado ha podido usar la "(re)politización del rosa como el color del feminismo" para "explotar comercialmente el concepto del empoderamiento". 

"Rihanna, que mantiene un discurso fuertemente feminista, no duda en vestir de rosa. En septiembre de 2016, colaboró con la marca Puma. Casi exclusivamente en rosa, la colección ‘Fenty x Puma’ usó el concepto del empoderamiento usado por el feminismo como estrategia de marketing para vender", afirma. Así, las empresas se marcan un doble tanto: venden más, y además les sirve como campaña de comunicación porque se les relaciona con valores progresistas. 

Volviendo al ‘boom’ del momento: ¿que te quieres comprar una de las muchísimas colecciones rosas que acaban de salir en colación a la ‘Barbie’ de Greta Gerwig? Estarás diciéndole al mundo que eres una persona feministay que comulgas con los valores antipatriarcales que, claramente, muestra la película. Pero, como concluye Bideaux, también estarás participando en una rueda capitalista que acaba de descubrir que, para vender los mismos productos rosas de siempre, ya no tienen que decir "para niña", sino "para feministas".