Cuando éramos niños (no hace tanto, no hay que ponerse años de más encima) hacíamos las cuentas con lápiz del número 2, goma Milán y sacapuntas estándar; utilizábamos los ‘calcas’, los mapas físicos o políticos de España y Europa, intentábamos no sacarnos los ojos con el cartabón y guardábamos con sumo cuidado el compás, los rotrings, el papel cebolla y la cuchilla para desdibujar la tinta. Cuando éramos niños, levantábamos la mano para preguntar, nos mandábamos notitas en papel cuadriculado, quedábamos en el patio y las dudas más o menos inocentes nos las resolvían los mayores (con doce meses de diferencia de edad, a lo sumo). Aquellas resoluciones por lo general no eran sino patochadas sin criterio, rumores sinsentido e invenciones que uno aceptaba como reales sin más.

Cuando éramos niños, ni la televisión ni la tecnología regían nuestra infancia, sino los amigos del barrio, del pueblo, los juegos de carreras, de balones, de combas y palmas. Cuando éramos niños (de EGB, de reválida o lo que la ley de entonces estipulase), estudiábamos con un diccionario en la mesa por si surgía alguna duda a la hora de escribir una palabra, pudiésemos buscarla. Existían la ‘elle’, la ‘che’ e incluso Plutón como planeta -cuánto hemos perdido-; hacíamos nuestras propias libretas con las reglas de ortografía, y coleccionábamos enciclopedias que se quedaban obsoletas casi al terminar de adquirir el último de los tomos. Si cometíamos un error de escritura, canturreábamos el jingle “eso te pasa por no tener un Espasa”; y la lectura del Lazarillo de Tormes”, Campos de Castilla o algún ejemplar de El Barco de Vapor era el pan nuestro de cada día. Pero ya no somos niños y todo aquello es calificable de diferente modo según apelemos a la nostalgia o a la practicidad misma.

Las diferentes tecnologías suplantan el aprendizaje, la inocencia y la forma de vivir la infancia. Los diccionarios, los mapas, las dudas se esconden tras buscadores como Google, Yahoo o Bing; las quedadas en el patio y notitas en cuadrícula por mensajes de Whatsapp; los ‘youtubers’ desbancaron a Machado, y los ‘gamers’ a la rayuela y las tardes de balón. Cuando éramos niños (no hace tanto), hacíamos las cuentas con lápiz del dos y en eso poco hemos cambiado.H