Cáceres es ciudad gracias al tren, pero nunca lo amó. Paradójicamente, el romántico ferrocarril no forma parte de la esencia de la ciudad feliz . El viajero que llega a las estaciones de Avila, Oviedo o Albacete nota enseguida un trajín de convoyes, un frenesí de maletas, un vaivén de operarios. Pero si baja del talgo en Cáceres, sólo ve jubilados paseando.

En 1848 comenzó a funcionar el ferrocarril entre Barcelona y Mataró; en 1851 se inauguraba la línea de Madrid a Aranjuez y al año siguiente, dos diputados cacereños iniciaban las gestiones para que Cáceres tuviera tren. Llegaron de Madrid varios ingenieros, estudiaron el terreno, se fueron y ahí se acabó todo. Un año después, se presentaba en el Congreso un proyecto de ferrocarril Madrid-Lisboa por Badajoz apoyado por las fuerzas vivas pacenses, que era aprobado en 1856 e inaugurado en 1866.

En Cáceres, lo del tren ha sido siempre más bien una cosa de diputados. Los ciudadanos lo único que han hecho históricamente ha sido indignarse, enviar alguna carta a los periódicos y pare usted de contar. Se indignaron en 1856 cuando la vía se fue por Ciudad Real y Badajoz. Volvieron a indignarse en 1985 cuando el gobierno de Felipe González eliminó la línea de la Ruta de la Plata y se indignarán si por alguna causa se quedan sin AVE. Pero de ahí no pasan.

EN LAS ERAS DE BADAJOZ

Cáceres tiene tren porque en 1864 se descubrieron las minas de fosfatos de Aldea Moret y sólo el ferrocarril podía hacer rentable el filón. La estación se levantó en las llamadas Eras de Badajoz, donde hoy está el Colegio de Enfermería, en Los Fratres. El 8 de octubre de 1881, los reyes de España, Alfonso XII, y de Portugal, Luis I, inauguraban la línea Madrid-Lisboa por Cáceres.

Fue en ese acto cuando Alfonso XII en su discurso llamó ciudad a Cáceres. El alcalde, Lesmes Valhondo, le rectificó en voz baja: "Sólo es villa, Majestad". A lo que el rey replicó: "Pues desde hoy es ciudad". Así, gracias al tren, pasó Cáceres de ser una villa dichosa a convertirse en la ciudad feliz . Pero no por eso se entusiasmó con el nuevo transporte.

Salvo en 1938, en plena guerra civil, cuando por su situación epicéntrica en el eje norte-sur de la zona nacional, salían y llegaban a Cáceres 52 trenes diarios, lo cierto es que el tren nunca fue importante. En 1979 pasaban por Cáceres 17 convoyes. En 1989, uno menos y hoy, sólo 12 trenes de viajeros al día.

La primitiva estación, que ahora sería tan céntrica como las de Valladolid, Valencia o Santiago, ciudades que sí aman el tren, se fue al extrarradio en 1963 y cada año pierde viajeros y destinos. En 1979, se podía viajar sin trasbordos hasta Gijón, Irún, Bilbao, San Sebastián, Salamanca, Valladolid, Burgos, León, Sevilla, Lisboa o Madrid. En 2003, si quitan el talgo a Barcelona, sólo se podrá ir a Lisboa, Sevilla y Madrid.

En Soria sólo hay un autobús urbano: el que enlaza la ciudad con la estación de ferrocarril. En Cáceres hay 11 líneas, pero ninguna para en la estación de Renfe, caso único entre las capitales de provincia españolas. Cuando hay huelga de trenes, es noticia en cualquier emisora o periódico local del país. En Cáceres, no. ¿Para qué si el cacereño ni ama el tren, ni monta en tren, ni pelea por el tren?

Pero como en tantas otras cosas, la ciudad feliz ha sabido sacarle partido al ferrocarril aprovechando de él lo que le interesa. Los cacereños, desde hace años, han convertido la estación de Renfe en un lugar más para su diversión favorita: el paseo, el pajoneo, el albolareo, el cafelito, la charla y el encuentro.

Ya en la vieja estación de Los Fratres, lo más visitado no eran las taquillas ni la sala de espera, sino la cantina: una caseta de madera llamada popularmente El Cajón donde servía cafés y chatos una mujer muy querida: Petra la de El Cajón .

Y la nueva estación, aunque tenga pocos trenes y viajeros, cuenta con jardín botánico, animada cafetería y amplios andenes llenos de jubilados que le valieron el Premio Nacional de Turismo a la estación más cuidada de España en 1971. En la ciudad feliz no se usa la estación para viajar, sino para pasear.