Algún laureado seleccionador de categorías inferiores declaró que se necesitan 10 años o 10.000 horas de práctica para que un jugador alcance la profesionalidad. Mero dato. También existen otros que, igualmente provistos de escasa ortodoxia, principalmente en el mal llamado deporte rey, concluyen que se necesita mover mil jugadores en cualquier entidad deportiva para que uno alcance la profesionalidad.

De los coetáneos cadetes del Real Madrid en el mismo equipo de Iker Casillas, tan solo él en Primera y otro compañero en Segunda B, llegaron a ‘vivir’ de la actividad para la que desde temprana edad estaban dotados. El resto abandonó prematuramente. Hablo del cadete del nombrado oficialmente como el mejor club del mundo. Recalco, el mejor club del mundo, no vaya a ser que usted, amigo lector, pudiera perderse. De lo ocurrido y sus porqués con esos 999 ‘restantes’, ni rastro. Ni en el suyo ni otro club. Lo que si existen son jugadores sometidos a las pertinentes pruebas y sus descartes realizados por personas no autorizada por el club para ello. Pruebas no realizadas por su entrenador, sin árbitro e inmediatamente posteriores a otras de igual categoría provistas de todo lo anterior.

Lo que si existen son jugadores que recorren quinientos semanales kilómetros para entrenar en pretemporada, compaginan con esfuerzos sus tareas académicas y deportivas, solicitan en un tiempo razonable si se va contar con ellos y tienen que abandonar por encontrar por parte del club la callada por respuesta. Todo esto y más existe, y poco o nada de ello se habla. Unas meras disculpas por parte de los clubs, tras tener que ser los padres quienes con estos contacten, no podrá nunca considerarse suficiente. Mucho se habla del número jugadores que un club mueve, de los éxitos conseguidos, de las llamadas a selecciones de algunos, de la profesionalidad de otros, pero de lo dejado por el camino, mutis por el forro. Clubs serios existen; canteras con un trabajo loable, también. Trabajo con la suficiente pericia y sensibilidad no tantos. Técnicos pedagógica y deportivamente formados, cada vez más, pero insuficientes.

Algún periodista se congratulaba en su twitter de los recientes éxitos de la considerada oficiosamente mejor cantera extremeña, si de número de futbolistas y cotas alcanzadas hablamos. Categorías ya poco propias en un club formativo, dicho sea de paso. Aconsejaba el periodista no perder su perspectiva, sus funciones y sus orígenes. Coincido plenamente, pero me temo que esa siempre necesaria dosis de romanticismo nos puede.

Desconozco si los chinos son románticos o no, pero aplican un cien por cien de impuestos sobre lo pagado por un futbolista extranjero. Tampoco tengo excesivo interés en saberlo, pero exigen tener tantos jugadores de cantera como extranjeros. Una decidida ley seca para la protección de su fútbol del batiburrillo interesado entre los verdaderos fines y las enmascaradas ‘consecuencias extras’ en el fútbol base. Por aquí somos diferentes. Si no pregunte en el Real Madrid, Barcelona o Atlético de Madrid y sus líos sobre el dudoso cumplimiento de normas sobre el “manejo” de sus menores.