Todos los años, a partir del viernes de carnaval, empiezan a sonar día y noche los campanillos por las angostas calles de Arroyomolinos de la Vera. Niños, jóvenes y mayores ataviados con ropas viejas, el rostro cubierto para no ser conocidos y un buen cinturón de campanillos recorren todo el pueblo, gastando bromas y asustando a los niños, generando sobre todo en las noches, un ambiente tétrico y misterioso.

Algunos miembros de Los Mascarones, que participaron el pasado sábado en el desfile que tuvo lugar en Jaraíz de la Vera, señalan otras de las actividades que llevan a cabo estos personajes del carnaval de Arroyomolinos: "entrar en las casas, pedir los chorizos y no dejarse reconocer". Además, suelen "hacer bromas en la casa", descolocando lumbre y utensilios. No se conoce con exactitud el origen de tan extraña tradición, ya que no existen datos anteriores a la invasión francesa, cuando fue quemado el ayuntamiento con sus archivos.

Durante la Guerra Civil y la posguerra la celebración de Los Mascarones estuvo prohibida. Se pensaba que aprovechando la desconocida identidad se podría incurrir en delitos o ajustes de cuentas. Aún así, soportando muchas críticas, "cargados de fuerza y valentía", los arroyomoliniegos "nunca dejaron de celebrarlo", señala la Peña de Tambores Zumba que Dale. Según este conocido grupo de tambores "fueron muchos Los Mascarones que tuvieron que correr de la Guardia Civil, e incluso dormir en los calabozos municipales por ir con el rostro cubierto". Así, la tradición y el sonido de los campanillos por Arroyomolinos llega a nuestros días.