Hacía ya 14 años desde la última ordenación de un obispo de la diócesis placentina y ayer, se repitió la magna ceremonia para recibir a José Luis Retana Gozalo, que se ha convertido ya en el obispo diocesano número 81. Como se esperaba, fue una ordenación multitudinaria, con representantes de la jerarquía eclesiástica, sacerdotes, fieles, amigos, compañeros en las diferentes tareas que ha desempeñado desde que fue ordenado sacerdote en 1979 y personas anónimas llegadas desde toda la diócesis y la vecina Ávila.

El nuncio del Papa en España, Renzo Fratini no pudo asistir al haber sufrido un accidente y el cardenal arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, como ordenante principal, fue la máxima autoridad en una celebración con más de 1.600 personas distribuidas entre las dos catedrales y la iglesia de San Esteban. El obispado desplegó numerosos medios para acoger a los asistentes y facilitar la visión de la ceremonia, ya fuera en vivo o a través de seis pantallas de televisión.

A las nueve se abrieron las puertas para el inicio de la ordenación dos horas más tarde. El cabildo y el colegio de consultores recibieron al ahora obispo en la puerta de la Catedral Nueva, con una alfombra de sal a sus pies realizada por la Cofradía de la Vera Cruz. Una vez dentro, comenzaron los ritos.

Días antes, el ya exadministrador diocesano, Francisco Rico, había destacado los principales, el momento en que se tumba en el suelo y se pide la intercesión de todos los Santos; la imposición de manos; la entrega del añillo y el báculo y la toma de posesión de la cátedra.

Primeras palabras

Tras recorrer las naves de la Catedral junto a los obispos ordenantes (el arzobispo de Mérida-Badajoz y el obispo de Ávila) bendiciendo a los fieles, llegaron las primeras palabras del ya nuevo obispo. Agradeció al Papa su «gesto de confianza» y se refirió a las autoridades autonómicas y locales, con las que «desde hoy deseo compartir, en colaboración leal, un servicio a las personas».

Fue humilde, al hablar de su «debilidad y de la pobreza de mi persona». Agradeció su presencia a sus amigos; compañeros profesores y antiguos alumnos del Colegio Asunción de Nuestra Señora y de Pablo VI de Ávila; trabajadores y «chicos» de la Casa Grande de Martiherrero; parroquias del Inmaculado Corazón de María, de su parroquia de San Pedro Bautista...

De la tarea que inicia, dijo: «yo debo ser el primer discípulo. Como pastor vuestro deseo ser un ejemplo de fe y un testimonio de santidad». Expresó su deseo de «contar con todos vosotros», de modo especial con los sacerdotes y seminaristas» y cabe destacar un propósito y una petición: «Pongamos en el centro de nuestros desvelos a los pobres». Puso su ministerio bajo la protección de San Fulgencio, Santa Florentina y María y pidió que rezaran por él.