El Gobierno japonés anunció ayer su intención de cerrar todas las centrales nucleares del país en un proceso que debería concluir en los años treinta de este siglo, un cambio de opinión radical que se ha visto motivado obviamente por la catástrofe de Fukushima 1. Antes del tsunami y el consiguiente desastre que movilizó a todo el mundo en otro tsunami de solidaridad, el Ejecutivo de Tokio se había comprometido a que la energía nuclear pasara de suministrar el 30% de la electricidad nacional al 50% o incluso más. No se ha precisado ningún calendario.

Japón, que antes de Fukushima era el tercer productor mundial de energía nuclear, se une así a Alemania, Bélgica, Suiza y otros países en su decisión de abandonar de forma progresiva esta forma de energía. Para lograrlo, las autoridades se han propuesto aumentar la proporción de energías renovables hasta un 30%. El Gobierno nipón presidido por Yoshihiko Noda se ha enfrentado a las presiones tanto de las empresas como de Estados Unidos para mantener la energía nuclear.

Todos los cincuenta reactores con que cuenta Japón, salvo dos, se encuentran inoperativos en estos momentos a la espera de las pruebas obligatorias de seguridad que se establecieron a raíz del accidente de Fukushima. El objetivo del Gobierno es permitir las reanudación de las actividades solo en los reactores interrumpidos que el nuevo regulador atómico considere suficientemente seguros. Asimismo --según el contenido del nuevo plan, difundido ayer por la agencia Kyodo--, se aplicará estrictamente la normativa que limita la vida operativa de los reactores a 40 años.

ECOLOGISTAS, VIGILANTES Sin embargo, el cada vez más importante movimiento antinuclear japonés, que reclama el fin inmediato del uso de la energía atómica, ya ha anunciado su oposición a cualquier propuesta que suponga la reconexión de los reactores cerrados.

La catástrofe en el complejo nuclear Fukushima Daichi (11 de marzo del 2011), el más grave en una central nuclear desde el de Chernóbil en 1986, llevó a paralizar gradualmente todos los reactores de Japón, bien por seguridad --como encontrarse en zona muy sísmica o costera-- o bien por revisiones rutinarias. Como solo dos han sido reabiertos, ello obliga al archipiélago a mantener un intenso ritmo en sus centrales térmicas e incrementar sus importaciones de hidrocarburos (petróleo, gas y carbón), lo que está pasando una seria factura en su balanza comercial. El Gobierno ha reconocido que será necesario que "por el momento" continúe este aumento de las importaciones.

EFECTOS AMBIENTALES El Ejecutivo de Yoshihiko Noda admite también que la reducción de la energía nuclear en los próximos años tendrá efectos en el terreno ambiental: Japón se había marcado el objetivo de reducir sus emisiones de CO2 para 2020 en un 25% respecto a las de 2010, algo que ahora no se perfila como viable. Así, el plan aprobado ayer apunta a que la reducción será solo del 20% y para el año 2030, según la edición digital del diario Nikkei.

Pese al programa de abandono nuclear, Japón continuaría, sin embargo, albergando instalaciones para procesar y almacenar residuos radiactivos como la que posee en Rokkasho, en Aomori.