Hermana de la Cofradía de la Virgen de la Montaña, la Guardia Civil recibió ayer en Santa María un cálido homenaje de la hermandad en un acto, con misa incluida, celebrado en la concatedral de Santa María a propósito del novenario. Acudieron el subdelegado del Gobierno, José Antonio García Muñoz, y el teniente coronel, jefe de la Comandancia, Rafael Roldán Parra. Además de una representación de guardias civiles de la Benemérita cacereña y de la directiva de la Real Cofradía, encabezada por el mayordomo, Juan Carlos Fernández Rincón.

Fue la de ayer un día cargado de emociones (con donación de sangre en el Palacio Episcopal) en el que la patrona lució el manto número 160, donado por doña Marisa Antequera Congregado, en acción de gracias. La prenda, en encaje salmón, está cuajada de perlas y flores. El fondo color salmón va en seda salvaje. Es uno de los últimos mantos que han donado a la patrona pues está fechado en 2021.

Fernández Rincón junto a Rafael Roldán. EL PERIÓDICO

La talla que se venera en Santa María es una de las tres manifestaciones iconográficas fundamentales de la Montaña. Es la que baja en procesión y permanece en el camarín, construido en el siglo XVIII y que está formado por dos capas. La inferior tiene una escalera de caracol y la superior está rematada en una cúpula de media naranja sobre cuatro pechinas y tejado a cuatro aguas. De autor desconocido, aunque algunos consideran que pertenece a la Escuela Sevillana, está datada en 1620 y 1626.

La segunda imagen, la más antigua, es la que el anacoreta Francisco Paniagua portaba en el siglo XVII pidiendo limosna para levantarle una capilla. Se conserva en la gruta, que es la ermita primitiva.

La tercera imagen, que muy pocos conocen, se encuentra en el convento de San Pablo. Se cree que fue encargada por Sancho de Figueroa (el párroco que acompañaba a Paniagua) en Sevilla en el año 1641, aunque es solo una hipótesis. Dicen que esa talla, de las monjas, «es más guapa que ninguna».